Maestros de la Asamblea Democrática Magisterial agrupados afuera del Congreso de Jalisco. Foto: Notisistema |
La educación pública en todos sus niveles y subsistemas constituye un poderoso e influyente mecanismo para el desarrollo o la modificación de la conducta social.
Por un lado, puede contribuir a la manipulación y al control social de los niños y jóvenes o bien favorecer su desarrollo autónomo, libre y democrático.
Pero resultado del Pacto por México y a espaldas de padres de familia, maestros, alumnos y de amplios sectores sociales el Congreso de la Unión aprobó la llamada reforma educativa con el fin de manipular y controlar la formación de los niños y los jóvenes; y de paso, intentar someter al magisterio.
De tal forma que a casi año y medio de esa aprobación la zozobra, la molestia y la protesta no dejan de estar presentes en mayor o menor grado en muchas partes del país.
Las expresiones de descontento, resistencia y rebeldía del magisterio contra esa reforma son constantes, abiertas, silenciosas, latentes y manifiestas.
Proyecto fracturado
Por ello, seguramente el futuro de esa reforma será el fracaso. Y esto se debe a que los mecanismos de convencimiento, consenso y legitimidad que hacen viable cualquier proyecto se han fracturado.
En teoría, esa reforma serviría para sacar del bache a nuestro país en lo que respecta al aprendizaje, la generación y la producción del conocimiento debido a los bajos niveles obtenidos por los alumnos en pruebas internacionales.
Se dijo que esa reforma “tenía por objeto dar certeza al maestro; certidumbre en su ingreso, en su promoción y desempeño”. Pero nada más falso, pues se ha afectado principalmente la estabilidad laboral y el despojo de derechos.
Se dijo también que para elevar la calidad de la educación en las escuelas era necesario “dar autonomía de gestión a las escuelas”; configurando así un nuevo eufemismo para justificar e iniciar la privatización de las escuelas, pues al involucrar a los padres de familia en la gestión y el mantenimiento de las escuelas se legalizarán de facto las cuotas escolares y la abierta intromisión de empresas privadas para “garantizar” la acreditación y la certificación educativa.
Sabemos que la educación privada, bajo contadísimas excepciones, no puede ser considerada un modelo a seguir ya que en una inmensa mayoría de esas escuelas cuentan con sindicatos patito y de protección que expolian a los maestros que ahí laboran; esto sin contar que los docentes no intervienen en la orientación de los contenidos educativos que son en gran medida confesionales; con independencia de que los “valores y principios” educativos que ahí se impulsan no son otros que los del libre mercado, el individualismo y la autoayuda.
La reforma educativa impulsada por el Estado no tiene ahora un proyecto pedagógico distinto al de las escuelas privadas.
Premio-castigo
Como miles de maestros del sistema educativo nacional adquirieron una formación basada en los principios del nacionalismo, de lo mejor de la Revolución Mexicana, y promueven desde las aulas el amor a la patria, la defensa de los recursos naturales, los valores cívicos de la solidaridad y la defensa de los derechos humanos le resultó fácil al régimen atribuir a los maestros los bajos resultados y el atraso educativo, aun cuando sabemos que no es cierto.
Por eso, la reforma pone el acento en los mecanismos de control sobre el magisterio. Se trata entonces de dividir al maestro, de pulverizar sus derechos, de acentuar sus condiciones de dependencia y no de decisión; de ser vigilados y rendir cuentas sobre la base de exámenes estandarizados, cuyos resultados deben servir para premiarlos, y a las escuelas con estímulos económicos o castigarlos y despedirlos.
Numerosas corrientes de maestros que no comparten la sumisión de la dirigencia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación reiteran que la reforma educativa es sólo una reforma laboral y administrativa pues elimina los derechos laborales y sindicales del magisterio, como la estabilidad laboral, la plaza-base, el descanso y las vacaciones; que desaparece el reglamento de escalafón, las condiciones generales de trabajo y los contratos colectivos que protegían al trabajador en sus derechos laborales; además acaba con el derecho a la defensa colectiva de sus intereses y elimina al propio sindicato.
Sindicatos independientes y democráticos reivindican el carácter gratuito, popular, humanista, integral, verdaderamente autogestivo y democrático de la educación, y afirman que la reforma educativa no representa una mejora en la calidad de la educación; sino por el contrario, una continuidad en aquellos aspectos que han constituido precisamente el estancamiento y la simulación que mantiene postrada a la educación, en un claro intento por privatizarla, convertirla en un negocio particular, limitando el acceso a la educación y el conocimiento a más de 33 millones de niños, adolecentes y jóvenes. Privatización que alcanzará incluso al nivel universitario.
Estos maestros democráticos reivindican el derecho constitucional del pueblo para cambiar o modificar su forma de gobierno; ratifican su decisión de trabajar en unidad para el logro de ese objetivo, invitando para ello a organizaciones y colectivos que quieran un futuro mejor para sus hijos e hijas.
Día del maestro
Estos maestros invitan a la sociedad jalisciense en general, a manifestarse este 15 de mayo saliendo desde el Parque Revolución, a las 9:30 de la mañana.
Por Jaime Hernández Ortiz
Tomado de La Jornada Jalisco
Mayo 12, 2014
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