El aumento a las bebidas azucaradas contemplado en la Reforma hacendaria impactaría no sólo en los intereses de la industria refresquera, sino en la costumbre diaria de los mexicanos de tomar su “coquita”. Si bien una de las premisas es luchar en contra de la obesidad, no es claro si se destinarán recursos al sector salud. En la puerta está el anuncio que, como pasquín, recrimina “un impuesto más”. No se aclara quién lo ha puesto ni quién lo pregona, sin embargo se pierde entre el collage de carteles que promocionan papas, refrescos y cacahuates. Mientras carga unas bebidas que trae en su auto y las lleva al interior de su tienda, Manuel Carlos Flores Sepúlveda dice: “Este anuncio lo pusieron las refresqueras, pero no es de alguna en específico, lo ha de estar respaldando alguna asociación, porque me lo ofrecieron varios promotores”. El Mini Súper Cedro es uno de los negocios de Guadalajara que tienen en sus paredes un cartel que está en contra del impuesto de un peso por litro a bebidas endulzadas, que la semana pasada fue aprobado por los diputados en el marco de la discusión acerca de la Reforma hacendaria propuesta por el presidente Enrique Peña Nieto, la cual busca disminuir el consumo de las bebidas azucaradas y los productos chatarra, debido al índice elevado de obesidad que hay en el país. Entre otros rubros, dicha modificación también impactará al costo del alimento para mascotas y los chicles, además de homologar el IVA fronterizo. “Ya varios promotores de diferentes marcas me lo habían ofrecido de palabra —dice don Carlos—, me habían dicho que si los apoyaba en eso del impuesto, hasta que vino el de Pepsi-Cola, que lo traía físicamente, y me lo dejó. Esto es más que nada para apoyarlos a ellos”. El comerciante refiere que no ha observado ninguna reacción en la gente, porque, dice, “en México no estamos capacitados para ponerle atención a esto, y es que ya nos han dicho tantas mentiras… El pueblo ya está tan engañado, que no se fijan en ese tipo de cosas”. Asegura que la gente va a creer que el impuesto “bien puesto” al refresco en realidad es un aumento de las mismas refresqueras y que no afectará las ventas en las tiendas. En este sentido, cita el ejemplo del cigarro, que a pesar de los últimos aumentos, que “parecen ser por un impuesto”, se sigue comprando e inclusive, va aumentando el número de consumidores. En cuanto a la reforma, dice: “No la conozco a fondo, pero esto, desde López Obrador lo decían; mientras siga habiendo reformas hacendarias, que sigan trabajando a base de la clase media para abajo, entonces no le veo la manera de que esto pueda cambiar, o pueda beneficiar a la clase media baja. Si tú te fijas, la situación de la pirámide de las clases, cada vez se hace más grande la base, porque la gente está abajo, la clase media tiende a desaparecer y tenemos más problemas”. Dejar de consumir refresco, un asunto de educación y no de impuestos El Sector Salud en distintos niveles se ha manifestado a favor del impuesto a los refrescos, con la condición de que lo recaudado sea destinado a programas de prevención de la obesidad y de orientación alimentaria, lo cual todavía no está claro. En esto coincide el doctor Édgar Vásquez Garibay, director del Instituto de Nutrición humana de la Universidad de Guadalajara. La mayor preocupación, explica, está en el sector infantil debido a los altos índices de consumo que se reportan a nivel nacional, por lo que lo ideal sería que los más de 12 mil millones de pesos que se estima serán recaudados, sean invertidos en la prevención primaria. “Es un impuesto que tiende a incrementar la recepción de recursos para el país y no está señalado que vaya a ser destinado a este tipo de aspectos, y mucho menos los mecanismos de prevención de la propia obesidad”. Estas medidas incluyen la prevención desde el embarazo, pues el alto consumo energético puede derivar en recién nacidos predispuestos a padecer patologías relacionadas con la obesidad, como la diabetes y las enfermedades cardiovasculares. Además, los especialistas han hecho énfasis en la necesidad defomentar en las escuelas una educación en que los niños puedan aprender a alimentarse saludablemente, así como incluir a los padres de familia, quienes en su mayoría carecen de información sobre dietas saludables. “Es ahí donde deben involucrarse el gobierno federal, estatal y municipal, asegurando estas áreas, brindando la información pertinente. Si el gobierno no destina los impuestos a estos fines, se pierde la razón del mismo impuesto”. En cuanto a la disminución de la obesidad, el doctor Vásquez Garibay asegura que la solución no está en los impuestossino en la relación entre la ingesta de energía y la cantidad que consumimos en actividades físicas, por lo que el gobierno, dijo, “debe asegurar los suficientes espacios, con la seguridad adecuada, para que la gente pueda salir de sus casas a realizar algún ejercicio”. “La ingesta de refresco de 750 mililitros por día”, concluye, “incrementa el riesgo de padecer obesidad, aunque definitivamente no se puede adjudicar al consumo de refrescos el problema, tiene que ver con todos los alimentos de alta densidad energética”. “A la tiendita por la coquita” |
En la tradición y el habla popular en México, es común usar refranes que reflejan y caricaturizan las formas de vivir, en muchos casos mezcladas con hábitos que vienen del extranjero. El refresco, para el mexicano, parece convertirse incluso en una metáfora del agua bendita.
En este país, “la coquita” es la cura de la baja presión, de problemas en el estómago, de cuestiones relacionadas con el cansancio, hasta convertirse en una adicción, una necesidad de todos los días. Es el café de los acalorados.
Los números pueden ser variables, sin embargo, el comerciante Carlos Flores comenta que hay trabajadores que lo hacen como un ritual y, para empezar las labores, se toman su Sedalmerck y una Coca-Cola.
De acuerdo a datos de la misma industria del refresco negro, este año mejoró sus ventas a nivel mundial en un cinco por ciento, derivado del aumento del consumo en Europa, sin embargo en Latinoamérica registró un descenso del uno por ciento en el último trimestre. En México bajó en un dos por ciento debido a los huracanes Ingrid y Manuel, y las inundaciones causadas en diversas zonas del país.
Aunque baje de unos puntos porcentuales la venta de refrescos, lo que no parece disminuir en México es el apego que generó entre la gente: Carlos Flores habla del caso de un hermano suyo, quien “se llevaba una Coca de a litro a la cama, para por lo menos tenerla al lado; si no lo hacía, se ponía de nervios”.
Lo mismo le pasaba a Liliana Pérez, para quien venir a México y no consumir una Coca de medio litro en botella de vidrio es casi imperdonable. Desde que emigró a Estados Unidos hace casi 30 años, en cada visita a Jalisco las comidas se acompañan con este refresco, pues en California no lo consume, prefiere agua o té, porque es la Coca de aquí que le provoca esta extraña adicción.
Y el caso de Liliana se repite entre muchos de los millones de mexicanos que han emigrado a Estados Unidos.
La empresa Embotelladoras Arca, reportó para CNN que en 2009 se exportaron a la Unión Americana 4.4 millones de cajas de la presentación de 355 mililitros no retornable. Son alrededor de 40 mercados en EU donde se comercializa la Coca-Cola procedente de México.
Una de las razones que podría explicar el fenómeno, según han comentado representantes de la empresa, se debe supuestamente a que está endulzada con azúcar de caña, mientras que en otras regiones se utilizan otros edulcorantes como sirope de maíz.
Sobre esta situación se creó una controversia con los productores de caña, quienes manifestaron su oposición a la reforma hacendaria. “De por sí ya pocas empresas utilizan azúcar de caña”, dice Enrique Meza Rosales, presidente de la Comisión Nacional de Cañeros en el ingenio del municipio de Tala, Jalisco, “y con este impuesto todos terminarán usando otros productos como la alta fructosa”.
Esto, agrega, “provocará un menor consumo de azúcar por parte de las industrias, pero no creo que reduzca el consumo de refresco entre la gente, por la costumbre que tienen por tomarlo casi a diario, sobre todo en el sector rural”.
Informó que para este año ya se tiene un excedente del producto de casi 3 millones de toneladas a nivel nacional, por lo que si el consumo de azúcar se reduce, el excedente provocará una baja en los precios, afectando así a 250 mil productores directos de los 15 estados que se dedican a esta actividad.
Por Karina Alatorre / Víctor Rivera
La Gaceta/UdeG
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