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martes, 1 de octubre de 2013

Mancera y la derecha




Miguel Ángel Mancera, Jefe del gobierno capitalino.

Polémica, contradictoria y con bastantes claroscuros resulta ser la gestión de Miguel Ángel Mancera al frente del gobierno de la Ciudad de México.

No obstante que llegó al cargo con una alta votación y una fuerte legitimidad cada vez crecen las opiniones negativas sobre su administración.

Son una mayoría los que, en una muestra de capitalinos encuestados, considera que el primer año de gobierno de Mancera resulta ser entre “regular” y “malo”. Al mismo tiempo, un 26 por ciento califica de “buena” la gestión del jefe de Gobierno y sólo un tres por ciento que es “excelente” (Ver Enrique Galván Ochoa, “Dinero”, La Jornada, 21/09/2013).

Si bien estamos ante un jefe de gobierno que se autodenomina de izquierda, no menos cierto es que mantiene fuertes relaciones con la derecha panista y la derecha priísta, de las que parece olvidar o ignorar que éstas han buscado desde hace dieciocho años minar y hacer naufragar al gobierno capitalino.

Legitimación del régimen

Y es que la conducta que el jefe de gobierno capitalino ha asumido en los hechos es la de legitimar al régimen priísta.

Desde luego que difícilmente la ciudad volverá a caer en manos del priísmo y mucho menos del panismo, dado que ahí se ha consolidado una fuerte conciencia ciudadana por la defensa de derechos civiles y políticos que no se podrían proteger en otro tipo de gobierno; sin embargo, resulta preocupante la creciente pérdida de confianza que se está dando entre amplios sectores progresistas a la gestión de Mancera.

De manera que el acercamiento que tiene el jefe de gobierno capitalino con Enrique Peña Nieto resulta del todo preocupante.

El apoyo irrestricto de Mancera al Pacto por México a cambio de una reforma política para el Distrito Federal es como dar diamantes y recibir vidrios; en tanto que ese Pacto es de profunda naturaleza privatizadora y se propone absorber el seguro de desempleo y la pensión universal en los que la capital ha sido modelo nacional.

Paradójicamente, las expresiones de Mancera de que “quien ataque a la ciudad, encontrará la respuesta de la ley”, en referencia a las manifestaciones de maestros, se parecen a aquellas xenofóbicas del ex gobernador jalisciense Francisco Ramírez Acuña contra los jóvenes que se manifestaron en la cumbre de jefes de estado el 28 de mayo del 2004. Además, afirmar de que “no permitirá el regreso de los maestros al Zócalo” (La Jornada, 17/09/2013) “ni plantón alguno” (Reporte Índigo, 18/09/2013) parece olvidar que la capital es de todos los mexicanos y que a todos asiste el derecho de manifestarse ahí.

Así, las posturas del jefe de gobierno han abierto peligrosamente la discusión de reglamentar las manifestaciones y marchas para restringir derechos civiles, bajo la óptica y ficción legal de que se afectan “derechos de terceros”.

De jefe a regente

Llama la atención el regaño del titular de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, Raúl Plasencia Villanueva, a Mancera, “por asumir pasividad ante las protestas de los maestros”, sin que éste le haya replicado ni cuestionado su incompetencia.

El jefe capitalino parece seguir entonces el mismo camino que siguieron los ex presidentes del PRD, Amalia García y Leonel Godoy cuando fueron gobernadores de Zacatecas y Michoacán que, con el pretexto de obtener mayores recursos del gobierno federal reconocieron y se sometieron a Felipe Calderón; pero al final –y así fue la historia–, fueron repudiados por quienes votaron por ellos y echados del cargo bajo fuertes acusaciones de desvío de recursos y para que esas entidades las recuperara el PRI.

Excepto de la tibia crítica que ha hecho Mancera a la pretensión de privatizar el petróleo, no se sabe de ningún otro cuestionamiento.

Sabíamos que desde el primer momento Mancera dejó muy en claro su decisión de reconocer el fallo que otorgaba el triunfo a Peña Nieto, no obstante la escandalosa compra de votos que se dio a través de Monex y Soriana.

Entonces, lejos de marcar una distancia con Peña Nieto, Mancera parece actuar en los hechos como regente de la Ciudad de México, como el funcionario de aquellas viejas épocas que el presidente designaba y manejaba.

Se están acumulando ejemplos de subordinación del gobierno de la ciudad al gobierno federal: ahí está el control del Zócalo por Peña Nieto, no obstante que la plaza la administra el gobierno capitalino; ahí está la represión de los jóvenes el primero de diciembre; las amenazas directas de represión a los maestros; el control de los crímenes en Bar Heaven por la Procuraduría General de la República, y el conteo de manifestantes en las protestas de López Obrador, en donde la policía capitalina coincide en cifras con las de Gobernación.

De centro-derecha

Mancera parece sumarse así a la dispersión de las izquierdas; de tal forma que el proyecto que gobernó la capital después de 18 años posiblemente sufra fisuras.

Sin estar afiliado (y descarta hacerlo) al partido que lo postuló, el de la Revolución Democrática, pero más identificado con un proyecto “multicolor” de centro-derecha, Mancera representa hoy por hoy un enigma político.

Mientras tanto, acierta Jenaro Villamil (Proceso, 11/06/2013) cuando señala que ante esos y otros hechos Mancera ha estado mandado un pésimo mensaje de autoritarismo.


Por Jaime Hernández Ortiz
La Jornada Jalisco/Octubre 1 de 2013

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