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sábado, 5 de octubre de 2013

10 razones por las que el desastre no es natural







1. La evacuación. El Servicio Meteorológico Nacional emitió alertas hasta con 48 horas de anticipación y ni el gobierno del estado de Guerrero ni el del municipio de Acapulco establecieron una ruta de fuga para quienes estaban en el puerto. Mucho menos para canalizar a quienes habitan las zonas más vulnerables hacia albergues en zonas seguras. Como sí se hizo, por ejemplo, ante la amenaza de Sandy, en Nueva York: evacuar de las zonas inundables a 375 mil habitantes de inmediato fue determinante para amortiguar el impacto.

2. La deforestación. En las imágenes del desastre no hemos visto ríos de agua tanto como ríos de lodo. Esto es el reflejo de las altas tasas de deforestación y cambio de uso del suelo en las zonas serranas. La consecuencia: el escurrimiento es mucho mayor que la infiltración, la cual provoca reblandecimiento de la tierra, aludes, bloqueo de caminos y carreteras, taponeo de drenajes, etcétera.


3. El azolve. El suelo no se pierde, sólo se arrastra. Las lluvias se llevan el suelo por ríos hasta que se asienta en presas y demás cuerpos de agua, lo que les reduce su capacidad de almacenamiento. Esto es un factor que aumenta el riesgo de inundaciones. El suelo en el agua también atasca los sistemas de drenaje en las ciudades y hace mucho mayor la capacidad de arrastre de avenidas y ríos. Antes de cada temporada de lluvia debería haber una revisión exhaustiva como medida de manejo/disminución de riesgos.


4. La descoordinación. Entre las distintas áreas de los gobiernos federal y estatal ha habido poca coordinación para reaccionar y establecer sistemas de atención, comunicación y resguardo. Gran parte de la estrategia de atención y reconstrucción debe recaer en los gobiernos municipales y no están claros los mecanismos de esta coordinación.


5. La urbanización. La construcción de zonas habitacionales de alto riesgo por corrupción, debilidad o ignorancia de los gobiernos municipales, responsables de administrar el establecimiento de áreas urbanas. Seguimos observando casas en taludes y riberas. Vemos destruidas colonias de Acapulco que en 1997, con el huracán Paulina, ya habían sido diagnosticadas como de alto riesgo, ¿por qué no se reubicaron?


6. La desigualdad. Desigual es lo que se pierde y desigual la atención que se recibe. Tal vez pierdan más, en términos absolutos, quienes más tienen, pero relativamente pierden más quienes menos tienen. El impacto y la capacidad de respuesta es desigual y acumulativo, es decir, si es pobre es más incapaz de responder, pero si además de pobre es mujer o anciana o niño o indígena o todas las anteriores, la capacidad se reduce aún más. Sin embargo, aparentemente sólo hay dos estrategias: una para ricos y una para pobres.


7. La marginación. Invisibilizar a las zonas marginadas por atender las grandes zonas urbanas agudiza el desastre. Las zonas rurales son más afectadas que las urbanas y serán las últimas en ser atendidas. Los pobres pierden todo mientras los ricos serán atendidos prioritariamente para restablecer su estilo de vida: comunicación, alimentación, vialidades, mientras en las montañas tendrán que esperar más para recuperar techo, abrigo y alimento. Altos funcionarios llegan a las ciudades a declarar atención y “revisar los daños” mientras los indígenas tienen que “bajar” a cabeceras municipales y pedir que alguien vaya a evaluar los daños, y con frustración deben volver con las manos vacías, como lo ha denunciado la organización Tlachinollan, en La Montaña de Guerrero.


8. La vulnerabilidad al cambio climático. Se trata del grado de susceptibilidad o incapacidad de una sociedad —o sistema— para afrontar los efectos negativos del cambio climático; efectos como los fenómenos extremos —dos meteoros al mismo tiempo es extremo—. La vulnerabilidad debe conocerse por regiones y establecer mecanismos para enfrentarlos adecuadamente. Hasta la fecha, no se han definido. Urge.


9. La corrupción. Se empieza a hablar de tramos en la autopista del sol con asfalto de baja calidad. Habrá que evaluar la calidad de los puentes que no resistieron el embate del agua: ¿no estudiaron los ingenieros que los construyeron “resistencia de materiales” o no hubo presupuesto para materiales resistentes o simplemente lo hubo pero no llegó? Porque la previsión de una corriente de agua se puede calcular en función de registros históricos. Por otro lado, si ya se había vivido el embate de Paulina, ¿qué pasó con las obras que debieron construirse en 1998?


10. La prevención. O la ausencia de ella. ¿Qué hacían los turistas en Acapulco cuando había alerta de tormenta? Todos los puntos anteriores en realidad son evitables pero seguimos empantanados en las estrategias de respuesta, en la atención y no en la prevención de desastres. Los huracanes van a seguir llegando y si nos atenemos a los pronósticos ambientales, la intensidad de ellos aumentará y el tiempo entre uno y otro se reducirá. Este fenómeno de dos meteoros al mismo tiempo empezará a ser más frecuente, ¿qué haremos para prevenir más desastres? ¿Hasta qué punto es conveniente para los administradores del capital que no preveamos sino que estemos listos siempre sólo para invertir en reconstrucción? ¿Hasta qué punto estos desastres (no naturales) son políticamente deseables?




Por Andrés Juárez
@andjrz

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