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Con la inminente discusión en torno a la reforma en materia energética nuestro país se acerca una vez más a un punto tal de redefinición histórica que está de por medio el rumbo, el destino y nuestro futuro como nación soberana.
No hay duda, y nadie duda en realidad que muchos procesos de la economía nacional deben revisarse. La pobreza extrema y el escaso o nulo crecimiento nacional, la preocupante terciarización de la economía, el desempleo creciente y el estancamiento de diversos sectores, exigen un alto en el camino y tomar medidas a favor de la sociedad en su conjunto.
Cualquier reforma o solución que se busque debe tener como propósito servir a las mayorías y promover la justicia social.
Sin embargo, la reforma energética que se propone el régimen peñanietista no se encamina a eso. Se propone en esencia lo contrario: acentuar las desigualdades que han sido generadoras de la violencia social y favorecer a un puñado de empresas nacionales y trasnacionales que hoy hablan nuevamente de “modernizar” la industria petrolera.
Palabra seductora y engañosa
Palabra seductora y engañosa
Desde luego que la palabra modernización resulta ser muy atractiva y seductora para todos.
Pareciera que cuando se dice que algo hay que modernizar se refiere a que hay que dejar de estar atrasado tecnológicamente, dejar de vivir en esquemas tradicionales y obsoletos, y actualizarse respecto de las necesidades que imponen los tiempos actuales. A tales nociones nadie se opone.
Pareciera que cuando se dice que algo hay que modernizar se refiere a que hay que dejar de estar atrasado tecnológicamente, dejar de vivir en esquemas tradicionales y obsoletos, y actualizarse respecto de las necesidades que imponen los tiempos actuales. A tales nociones nadie se opone.
Pareciera además que la palabra modernización ha sido equivalente a honestidad, transparencia, productividad y competencia.
Sin embargo, en los hechos, en la realidad, no ha sido así. No hay que olvidar que la génesis de la exigencia de modernización del estado mexicano y sus empresas públicas que hacen las derechas surge precisamente con la decadencia del régimen represor de los años sesentas, lo que impulsa una era de privatización de esas empresas antes consideradas de la nación y que finalmente minan su fuerza como estado benefactor, sin eliminar su carácter autoritario.
Desde entonces, con el pretexto de modernizar se privatizaron los bancos, ferrocarriles, cadenas de televisión, ingenios azucareros, aeropuertos, minas y otras empresas públicas. Pero una vez en manos privadas, quebraron y fueron saqueadas por los mismos que luego pidieron que el gobierno los rescatara.
Así, de más de mil empresas privatizadas la nación ganó apenas 30 mil millones de dólares, pero luego el gobierno pagó poco más de 90 mil millones de dólares por su rescate.
El ejemplo más ilustrativo de este robo inmenso fue y es el Fobaproa, cuya deuda aún pagamos con nuestros impuestos.
Y de forma indirecta han ido privatizando la educación pública, como universidades y escuelas de educación básica, que a falta de subsidios han perdido cobertura y atención universal, logrando que las escuelas privadas incrementen su matrícula.
Propuesta patriótica
Propuesta patriótica
No fracasará Petróleos Mexicanos (Pemex), si es que pasa a manos privadas, porque es la empresa más rentable de México. Seguirá siendo rentable, la única diferencia es que las utilidades y las ganancias ya no entrarán a las arcas gubernamentales sino que entrarán directamente a los bolsillos de los particulares. Y eso no se debe permitir.
Cuando se construye una escuela, un hospital, se arregla una calle o un parque, o se le paga a maestros universitarios o normalistas se hace a través del 40% del erario que proviene de las ganancias petroleras. Habrá simplemente más miseria y violencia.
El proyecto del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) comprende quince puntos para verdaderamente modernizar a Pemex: 1. Construcción de cinco nuevas refinerías en el territorio nacional; 2. Ampliar el presupuesto para investigación y tecnología; 3. Fortalecimiento del Instituto Mexicano del Petróleo; 4. Bajar el precio del gas doméstico, gasolina y luz para beneficiar a familias y empresas; 5. Reintegración de Pemex a una sola empresa nacional; 6. Crear una sola política energética que abarque gas, petróleo, electricidad y energías alternativas; 7. Disminuir la exportación de petróleo crudo; 8. Absorber la deuda de Pemex para que pueda invertir en su desarrollo; 9. Combatir todas las formas de corrupción y saqueo que se dan en torno al petróleo; 10. Rechazo a cualquier forma de inversión privada en Pemex; 11. Ampliar la exploración de nuevos yacimientos; 12. Disminuir la sobreexplotación; 13. Aprovechar el gas del Golfo de México para dejar de importarlo; 14. Disminuir el gasto oneroso de la alta burocracia directiva de Pemex y cortar la transferencia de Pemex al sindicato petrolero para gastos políticos; 15. Cancelar los contratos de Pemex con empresas extranjeras que tienen sobreprecios; incorporar estrategias sustentables y ecológicas y establecer una aportación fija de Pemex al erario.
Resistencia civil
Resistencia civil
Todo esto se puede lograr sin necesidad de reformar la Constitución en sus artículos 25, 27 y 28, como lo propone la iniciativa priísta.
No debemos permitir que se cancele el futuro de millones de mexicanos y jóvenes. Hay que sumarse a la resistencia ciudadana en defensa del petróleo. ¡No a la privatización de Pemex!
Por Jaime Hernández Ortiz
Tomado de La Jornada/Jalisco
Agosto 20, 2013
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