De Sergio Aguayo
Señor director:
En su columna para Proceso 1917 (“Guerra” indiscriminada, 28 de julio de 2013), John Ackerman me degüella (metafóricamente) ante la opinión pública basándose en una lectura apresurada de mi texto para Reforma titulado "La inteligencia" (24 de julio de 2013).
Asegura que estoy entre los que celebran “los autoelogios de Peña Nieto con respecto a su ‘nueva’ estrategia, supuestamente basada en la ‘inteligencia’ criminal”.
Ni en ese texto ni en ningún otro escrito o comentario he celebrado la “‘nueva’ estrategia” del gobierno de Enrique Peña Nieto por una razón bastante elemental: la desconozco. Por el contrario, he criticado en diversas ocasiones la ausencia de un plan maestro e integral para combatir al crimen organizado. Mis reflexiones no fueron sobre la estrategia, sino sobre los usos de la inteligencia en las guerras, y aseguré, eso sí, que la detención del Z-40 es otro indicio de que va mejorando la inteligencia de la Marina y de las Fuerzas Armadas.
Siempre he respetado y disfrutado la enjundia que John pone a sus textos. En este caso su pasión lo hizo desdeñar el rigor en el análisis y la precisión en el uso de la información.
Atentamente,
Sergio Aguayo
Respuesta de John M. Ackerman
Señor director:
A pocas horas de que ocurriera la oprobiosa masacre de un grupo de ciudadanos que protestaban a favor de la paz en Los Reyes, Michoacán, Sergio Aguayo escribió una columna llamada “La inteligencia” dónde señala que “se justifica el autoelogio lanzado por el presidente Enrique Peña Nieto” ya que “en efecto, la inteligencia tiene cualidades terapéuticas: es un elíxir ideal para entender lo que está pasando y para el diseño de estrategias bien enganchadas con la realidad”. En lugar de solidarse con las víctimas de la “guerra” de Peña Nieto, el analista avala la narrativa del nuevo presidente con respecto a su supuestamente “inteligente” estrategia contra el crimen organizado a raíz de la nada novedosa detención de otro líder de una banda criminal. El analista también complementa este juicio con un sorprendente e inmerecido reconocimiento a la “bravura”, “valentía” y “determinación” de Felipe Calderón en su lucha contra la inseguridad.
Señalar mi disenso absoluto frente a tales juicios, elogios y autoelogios no implica un ataque personal al distinguido columnista, y mucho menos un “degollamiento metafórico”, sino una invitación a debatir seriamente el total fracaso de los últimos dos gobiernos federales para resolver los problemas de fondo que generan la violencia y la inseguridad. Pero en lugar de responder a los argumentos que desarrollo en mi columna con respecto al acoso sistemático a los disidentes políticos y la total exclusión de la sociedad civil que caracterizan la “estrategia” de Peña Nieto así como la esperanza que implica el surgimiento de algunos de los grupos de autodefensa comunitaria, Aguayo prefiere personalizar el debate y declararse víctima de un ataque público.
Habría que recordarle al columnista que las verdaderas víctimas son otras y lo que se encuentra en juego es mucho más importante que la reputación o el prestigio de uno u otro comentarista. Líderes de opinión como Aguayo le hacen un flaco favor a su propia causa de la “sociedad civil” aplaudiendo a un Presidente de la República que ha evidenciado una y otra vez su total desdén para las formas democráticas de ejercicio del poder. Ojalá el Dr. Aguayo rectifique y dirija su mirada de nuevo hacia la sociedad en lugar de al gobierno y el poder.
Atentamente,
John M. Ackerman
Fuente: Revista Proceso, Palabra del Lector, Agosto 4 de 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario