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miércoles, 3 de julio de 2013

La sobrealimentación infantil en México








“Mis padres creían que darme comida sin límites era sano, y que un niño obeso era la persona más saludable y feliz del planeta, pero yo estaba endemoniadamente angustiado. Comer era lo mejor para mí, porque calmaba mi ansiedad”, cuenta Alberto, quien cuando tenía 10 años, pesaba 75 kilos.

“Era terrible. Toda la vida me estaba jalando la camisa para que no se me vieran las chichis. Me sentía la persona más fea del planeta. Fui el niño más obeso del salón y me sentía mal, porque nadie me quería. Mis compañeros me llamaban ‘gordo’, ‘puerco’, ‘marrano’. Cuando mis padres me pedían que fuera a la tortillería, yo compraba kilo y medio”, porque de regreso a casa me comía 500 gramos. Pasaba las tardes viendo televisión y consumiendo todo el contenido de una caja de Corn flakes, aderezados con salsa kétchup”.

Tal como Alberto lo padeció, actualmente 34.4 por ciento de los niños mexicanos entre cinco y 11 años de edad, padecen de sobrepeso y obesidad.

La Encuesta nacional de salud y nutrición 2012, detalla que 19.8 por ciento tiene sobrepeso y 14.6 por ciento, obesidad, es decir, cinco millones 664 mil 870 en niños en edad escolar.

Édgar Manuel Vázquez Garibay, director del Instituto de Nutrición Humana, de la Universidad de Guadalajara (UdeG), explica que: “Tenemos una alta incidencia en obesidad infantil, que inicia desde la etapa preescolar y prosigue en la adolescencia. Consideran que México está en los primeros lugares en la tabla internacional de sobrepeso y obesidad, sobre todo en niños de cinco a 11 años de edad”.

La causa del sobrepeso y obesidad infantil -en este caso la de Alberto o el de los cinco millones 664 mil niños mexicanos que la padecen- es multifactorial e intervienen las emociones, la genética, la cultura y la familia.

“El problema central radica en que cada vez más el niño aumenta el consumo de alimentos calóricos y se mueve menos”, indica Vázquez Garibay, doctor en Ciencias de la salud por la UdeG.

En general, las familias mexicanas viven en pequeños condominios, cuyos habitantes, sobre todo los pequeños, no realizan una actividad física adecuada. Los niños no salen a la calle a correr o jugar, por los problemas de inseguridad o porque sencillamente no hay espacio.

Los programas escolares, que deberían promover la actividad física, no son efectivos y hay sobreoferta de alimentos con alta cantidad energética y grasas.

“La solución es invertir la ecuación, consumir menos refrescos y alimentos calóricos, y hacer más ejercicio”, comenta Vázquez Garibay.

Así lo hizo Alberto, quien después de padecer obesidad a los 12 años, comenzó a jugar volleyball, por lo menos cuatro horas al día.

“Fue un cambio total, y literal en mi mente, en mi cuerpo, en mi autoestima. En dos meses bajé 20 kilogramos. Una vez que me vi delgado, jamás quise estar obeso. Mis papás me llevaron al doctor, porque pensaron que estaba enfermo y yo por primera vez estaba sano”, cuenta Alberto, quien actualmente es instructor personal de un gimnasio, en el que ayuda a las personas a estar conformes con su figura.



La falta de comida también genera obesidad

La desnutrición crónica infantil en niños menores de cinco años, es otra de las alteraciones de la salud, que a la larga causa obesidad, señala Vázquez Garibay.

La Encuesta nacional de salud y nutrición 2012, indica que 302 mil 279 niños mexicanos (2.8 por ciento) menores de cinco años de edad, presentan bajo peso; un millón 467 mil 757 (13.6 por ciento), baja talla y 171 mil 982 (1.6 por ciento) padecen desnutrición aguda.

“En las zonas rurales la desnutrición crónica es dos veces mayor que en las zonas urbanas, lo que significa que son niños de talla baja, que no logran su potencial de crecimiento y se quedan dos veces estándar abajo del promedio”, indica el experto.

El futuro para estos niños mal nutridos y de baja talla no es alentador, porque la mayoría pasará por el fenómeno llamado “transición nutricia”.

“Este fenómeno habla de niños que tuvieron problemas de insuficiencia alimentaria (desnutridos crónicos) en los primeros cinco años de vida y a partir de la etapa escolar comienzan a aumentar de peso por el consumo excesivo de hidratos de carbono, frituras, grasas y azúcares. Presentan problemas de obesidad abdominal y son los niños que tienen mal pronóstico en materia de salud, porque fácilmente desarrollarán desórdenes metabólicos, resistencia a la insulina, diabetes, hipertensión y enfermedades coronarias”, indica el especialista del área pediátrica.

El médico señala que es común ver a un niño desnutrido crónico que a los pocos años presente obesidad. “Según la encuesta de salud, hay un millón 500 mil niños con baja talla y desnutrición, lo que significa que son candidatos potenciales a ser obesos cuando pasen a otras edades”, indica Vázquez Garibay.

Incluso los niños que no presentan “transición nutricia”, la desnutrición infantil significa que tienen órganos más pequeños que el resto de la población. “Su hígado y su páncreas, al estar más reducidos, tienen menos capacidad para metabolizar altas cantidades de azúcar y para producir hormonas que controlen los alimentos. Por ello generan grandes cantidades de insulina que desgastan los órganos. Esos niños se convierten potencialmente en diabéticos”.

La anemia es otro de los factores de salud que tiene consecuencias graves sobre el desarrollo cognitivo y físico de los niños y en el de-sempeño físico y la productividad laboral de los adultos.

La causa más frecuente de anemia en México es la dieta deficiente en hierro o la dieta deficiente, que además se combina con productos con un alto contenido de fitatos. Se estima que la prevalencia nacional de anemia en niños de preescolar representa a dos millones 84 mil 738 anémicos.

Se puede presentar en todas las etapas de la vida, sin embargo, es más frecuente en las mujeres embarazadas y en los niños menores de dos años.

“Los niños anémicos aprenden con mayor dificultad y si lo combinamos con desnutrición crónica, entonces estamos programando niños que de adultos tendrán menos capacidad física para el trabajo duro y menos capacidad mental para el trabajo intelectual”.



¿Cómo prevenir que haya niños obesos y malnutridos?

Una de las recomendaciones es fomentar la lactancia materna en los primeros seis meses de vida, para evitar la desnutrición del niño y en consecuencia prevenir la obesidad, dice el director del Instituto de Nutrición Humana, de la UdeG.

“El problema radica en la elevada incidencia en cesáreas, que evita que el bebé pase por el conducto vaginal, donde recibe una serie de baterías probióticas que protegen a los niños de enfermedades”, asegura el especialista.

“La cesárea, además, disminuye las probabilidades de que la madre amamante a los niños. La consecuencia son bebes que crecen con una macrobiótica intestinal distinta, un factor de riesgo para la aparición de enfermedades respiratorias, que finalmente podrían producir desnutrición crónica, luego sobrepeso y obesidad”.

Para niños como Alberto, que ya padecen de obesidad, los padres son pieza fundamental en la prevención y tratamiento del sobrepeso y la obesidad, afirma Irma Gabriela Navarro Machuca, especialista en el área de Psiquiatría infantil del Hospital Civil de Guadalajara.

Alberto recuerda: “Mis padres querían darme amor, y me daban comida, pero no un abrazo”.

Navarro Machuca explica que la obesidad y el sobrepeso tienen sus esbozos en casa, particularmente en la mesa. “A veces se cree que el niño que come bien, es el que agradece a la madre el esfuerzo de haberle hecho de comer. Además, las madres para premiar a sus hijos los sobrealimentan, como una forma de sustituir las carencias que ellas tuvieron”.

Una causa más es cuando las emociones se pactan con la comida y los conflictos emocionales son llevados a la hora de comer, donde la mesa es el campo de batalla y la madre exige a los niños comer todo lo que les sirve, dice la especialista.

Los padres al presionarlos a comer, les quitan la capacidad para responder naturalmente a su propia hambre. Lo recomendable es ofrecer un menú equilibrado al niño, “y que las madres no sean tan exigentes al hacerles comer todo y tal como ellas los preparan. A veces al niño le gustan las calabazas, pero en otra presentación”, apunta Navarro Machuca.



Los trastornos de la alimentación y la ingesta
“Mi mamá me sujetaba a la silla con un fajo. No podía levantarme de la mesa hasta que me terminara el último chícharo. Comenzaba a comer a las dos de la tarde y ya a las ocho de la noche la comida se me juntaba con la cena. Eran cerros de comida que me daba”, expresa Susana, quien ahora padece de bulimia.

Susana recuerda que cuando era una niña odiaba el momento de la comida, porque le daban demasiado alimento. Explica que dejó de ingerir comida poco a poco, pero sus padres eran tan insistentes, que para evitar regaños, comía y luego vomitaba la comida. “Era una forma de controlar algo de mi vida. Ellos todo querían controlar, todo mi mundo”.

La anorexia y bulimia son trastornos de la conducta alimentaria que tienen su aparición en edades tempranas. Sus causas son multifactoriales e intervienen elementos biológicos, psicológicos, sociales, culturales y familiares.

Irma Gabriela Navarro Machuca, especialista en Psiquiatría infantil por el Hospital Juan N. Navarro, cuenta que “las mamás muy controladoras o que mantienen algún tipo de relación inadecuada con sus hijos, los hostigan con la ingesta de alimentos. Una manera en que los niños tienen que controlar o desquitarse de esas situaciones que sienten con la relación materna, lo hacen por medio del alimento. Porque nadie puede controlar lo que entra a nuestra boca”.

Los niños o adolescentes que padecen estos trastornos, no perciben que controlar a comida es una forma de manifestar los conflictos de la relación mamá-hijo.

La psiquiatra infantil indica que quienes padecen estos trastornos, sufren de ansiedad y depresión, se rehúsan a presentarse a la mesa, comer en situaciones públicas, evitan los alimentos híper-calóricos, se consideran obesos y hablan constantemente de su imagen corporal, hacen ejercicio de manera excesiva, se miran mucho al espejo o mienten sobre la comida que ingirieron.

El tratamiento para estos trastornos es multidisciplinarlos, ya que se requiere apoyo nutricional, psiquiátrico, psicológico y terapia conductual.

El estadio de prevalencia de trastornos mentales y uso de servicios: resultados de la encuesta nacional de epidemiología psiquiátrica en México de 2000, calcula que el 1.6 por ciento de las personas entre 18 y 65 años padece bulimia nerviosa. El documento no dio muestras de registros de anorexia nerviosa.

Los llamados trastornos de la ingesta tienen su aparición generalmente en la infancia. Los más comunes son la “pica”, que trata de la ingesta de sustancias no alimenticias o no nutricionales, como son la tierra, el barro, los insectos, el excremento, el yeso o el hielo. La rumiación trata de que el individuo regurgita el alimento. En ocasiones lo escupe, luego luego vuelve a masticar y digerir. Estos trastornos de la ingesta son infrecuentes en la población mexicana.

Por Adriana Navarro/UdeG.medios

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