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lunes, 15 de julio de 2013

El debate que viene






No hubo elecciones aquí en Jalisco, pero las hubo en 14 entidades. El país vivió una jornada electoral de interés nacional. Sin embargo, los números dados a conocer no están para presumir. Primero que nada el dato del retorno triunfal del tricolor, en medio de un abstencionismo rampante. Convocado el pueblo a las urnas y metidos todos los partidos registrados a la danza, el que haya atendido el llamado sólo 40% de votantes debe hacer reflexionar aun a los más encandilados con la supuesta bonanza presente del país. De una vez por todas habrá que revisar el desastre en que nos ha hundido el modelo neoliberal propuesto e impuesto por el bestiario político en cartelera.


Tal vez ya no bastará con sólo reflexionar, sino pasar a la toma de medidas urgentes para enderezar este barco que zozobra. Hay demasiados puntos de discordia como para seguir fingiendo indiferencia. Los políticos profesionales sólo hablan de sus reformas estructurales; es decir, más de lo mismo: la energética, la fiscal y la política. Pero la mayoría de la población sabe que urge resolver el agudo desempleo generalizado, la precariedad, la pobreza extendida a más de la mitad del conglomerado, el cáncer del narcotráfico, la corrupción, el tráfico de influencias, la incultura, el analfabetismo funcional, la despolitización, que nos hacen una mella cada vez más honda.


Para la clase política sólo es relevante reactivar la danza electoral. Con ausentarse, el grueso de la población mostró que su mirada apunta hacia otros objetivos. La brecha entre la base social y los partidos se ahonda. La geometría política clásica es estereotipo desechable. No orienta más a la ciudadanía. Que el PRD representa a la izquierda y el PAN a la derecha carece de contenido fáctico. Si realmente tuvieran estos partidos la definición ideológica que propalan, no se habrían aliado contra el PRI ni mantuvieran vivo su malhadado pacto nacional.


En lo concerniente al PRI, cierto que fue partido de Estado; era instancia desde la cual se repartían los espacios de la administración pública, dinámica propia de monarquías y dictaduras. Con el cambio a la consulta popular, hubo que adecuar escenarios. Ha sido un aprendizaje largo, costoso y poco eficiente. Lo de que estamos quemando etapas que nos acercan cada vez más a la democracia, debe tomarse como una gran fantasía. En el pasado, nuestras elecciones eran meras faramallas, escenificadas a la alta escuela. Los actores traían siempre el libreto aprendido.


Si en aquellos avatares, dos partidos con definición ideológica opuesta hubiesen hecho a un lado principios fundatorios y celebrado una alianza pragmática, para desenmascarar la farsa e instaurar un esquema de auténtica lucha electoral, hubiera sido comprensible. ¿Pero con instaurar ahora esperpentos aliancísticos, a quién se quiere engañar, sobre todo después de la gran farsa de la alternancia en la que PRI y PAN se han repartido las viandas de los puestos del gobierno federal, manteniendo vivo el consabido atole con el dedo? ¿Cómo confiar en el PRD, que tras ser escarnecido y vapuleado por fraudes y burlas electorales tanto por el PRI como por el PAN, aparece ahora confiado de una honestidad panista, que no tiene agarraderas objetivas? El futuro del país no va a pasar por los partidos. Ni haciendo los malabares que les vemos conseguirán ganar a las multitudes. Ya les perdimos la confianza.


Lo dicho hasta aquí se limita a lo electoral. El fondo de la desconfianza a sus mascaradas la atribuye el público más consciente e informado a la sumisión de los partidos a los poderes fácticos. Con ellos acuerdan y distribuyen al antojo las posiciones en disputa, que luego dicen poner a conato en las contiendas electorales. Y lo peor es que haya trascendido que tales puestos tengan precio y sean alcanzados a fuerza de chequera.


No hay mayor cinismo entonces que el de unos sorteos amañados donde primero se venden las plazas y luego se convoca a sufragar por ellas. Inexplicable resulta también la veleidad de sus elegibles. Alcanzan diputaciones, senadurías, alcaldías y gubernaturas militando ahora en el PRI, mañana en el PAN y despuesito en el PRD, sin que haya fijón. Lo suyo es el equilibrismo, el pragmatismo y la cleptomanía descarada. Y en cuanto llegan al poder olvidan a sus “amados electores”, y se dedican en cuerpo entero a cumplirles los caprichos a sus titiriteros.


Nos falta buen tramo por recorrer para llegar a las movilizaciones tipo Brasil o Turquía. Aún no está colmado el vaso que derrame la impaciencia mexicana. Vivimos en situación de hartazgo. Nos han acumulado agravios de injusticia e inequidad suficiente como para ajustarles cuentas. Pero algo nos hace falta para saltar a la palestra. Aunque “‘estemos hasta la madre”, como lo acuñó Javier Sicilia en su dinámica de resistencia, las variables de la situación presente son complejas.


No resulta fácil componer el rompecabezas que nos mantiene entrampados y agazapados, ni parece sernos útil la aprendida teoría sociológica de la lucha de clases y la confrontación al seno de modelos económicos en disputa agreste. La confrontación clasista y la lucha por la conquista del poder popular no nos resultan tan transparentes como antaño. Lo de hoy parece ser de nuevo cuño, con apariencias más complejas.


Los jóvenes, impacientes, han levantado la voz en muchas partes del planeta. Los indignados españoles, los ocupantes de Wall Street, los levantiscos moros que montaron una primavera árabe que no tiene para cuándo dar de sí son muestras vivas. Tuvimos por aquí un correlato levantisco juvenil: el #YoSoy132. Ya no lo vemos, ya no incita a sus huestes a salir a las calles. No sabemos si vive o muere. Tal vez esté esperando mejores momentos para atronar nuestras conciencias con sus algaradas. No sabemos.


Lo de las fronteras nacionales, ahora inoperantes; lo de los cotos exclusivos, llamados naciones o regiones, para el funcionamiento óptimo del circulante; las demarcaciones étnicas, como contenedores de grupos humanos homogéneos; las migraciones masivas de región a región, que generan conflictos sociales sin solución; el espionaje imperial yanqui, a través de las redes sociales, azuzado desde el poder mismo; la renuncia a la soberanía por parte de los “países” europeos, ante semejantes arbitrariedades; todo eso y mucho más son asuntos de monta sin explicación atingente. Y causará desasosiego en un futuro muy cercano ya. Es lo que viene.


Entonces nuestros debates no pueden limitarse a meros devaneos electorales insulsos, ni a las cuestiones de lo nacional que parece ir reduciendo su significancia. Bogamos en calma chicha, sí, pero nos toca ir identificando los puntos álgidos de convivencia y ubicando las aristas filosas que pueden desgarrar, o ya lo hacen, el cuerpo social.


Nos toca ensayar propuestas viables que marquen rutas de salida de la ratonera, en la que ha encerrado al 99% de los ciudadanos del mundo el nuevo modelo que tiene como beneficiario a tan sólo el 0.1% de la población mundial y que está provocando destrozos irreparables en todo el planeta, no sólo entre nosotros, los humildes mexicanos, a los que ya no calienta ni el sol, pero que seguimos encandilados con las cuentas de vidrio de nuestra bisutería electoral.

Por Juan M. Negrete
Revista Proceso/Edición Jalisco
Julio 13 de 2013

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