San Juan del Río y Villa Ocampo son dos bellas poblaciones del estado de Durango. Desde diferentes regiones de México, de naciones de nuestra América, de Estados Unidos y de otros continentes, llegan de visita, durante el mes de julio, estudiantes, estudiosos, historiadores, narradores, poetas y turistas a conocer los escenarios donde nacieron dos centauros duranguenses: Nellie Campobello y Pancho Villa. Testigo, ella, y protagonista, él, de innumerables sucesos de la Revolución Mexicana, son homenajeados y recordados en este 2013 cuando se cumplen 135 años del natalicio de quien fuera albañil, “bandolero”, general revolucionario y minero; 90 años de su muerte en Parral, Chihuahua donde fue asesinado tras una emboscada y 27 años de la muerte de la autora de Cartucho, considerado uno de los grandes textos de la literatura de su país.
Entre las principales coincidencias que unen a Francisco Villa y Nellie Campobello, destacan: su amor a México y la Revolución que derrocó al tirano Porfirio Díaz; el haber nacido en Durango en una época marcada por la lucha política y social; el utilizar nombres diferentes a los originales. Doroteo Arango Arámbula nació el 5 de junio de 1878 en San Juan del Río y es conocido en todo el mundo como Francisco Villa. María Francisca Moya Luna nació el 7 de noviembre de 1900 en Villa Ocampo y es conocida en el mundo cultural, histórico y literario de nuestra América como Nellie Campobello. Los dos centauros de Durango fueron traicionados. Pancho Villa, por el gobierno de Álvaro Obregón S. (1920-1924) y Nellie Campobello por Claudio Fuentes y Cristina Belmont quienes la alcoholizaron y luego la secuestraron para robarle obras de arte originales de Diego Rivera y textos inéditos de José Revueltas y de autores que pertenecieron al movimiento Los Contemporáneos.
Académicos, autoridades, escritores, historiadores y pobladores de Durango han participado en diferentes homenajes a Villa y a Campobello. A partir del jueves 14 de febrero de este año se inauguró la primera fase del Museo Francisco Villa en la capital de Durango, como parte de los festejos por los 450 años de fundación de la entidad. Luego de presenciar la escenificación de Villa, mi general en el Palacio de Gobierno, las y los duranguenses desean que el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA) nombre este espacio histórico-cultural como museo nacional.
Padres de familia y profesores de Canatlán, Durango, Gómez Palacio, San Juan del Río-Centauro del Norte, Santiago Papasquiaro y Villa Ocampo que se oponen a las reformas educativa, energética y laboral promovida por los dirigentes contrarrevolucionarios del PRIAN (alianza neoliberal entre el PRI y el PAN) en el actual gobierno del telepresidente Enrique Peña Nieto, han aconsejado a sus hijos, alumnos y compañeros de trabajo, apagar las televisiones y leer y analizar dos libros: Mujer de manos rojas: biografía de Nellie Campobello, escrito por Flor García y Jesús Vargas, así como Cartucho. Relatos de la lucha en el Norte de México, obra clave de Campobello.
“Mi libro Cartucho fue una producción humilde, humilde por muchos motivos; sus escenas, sus personajes, la prosa, la manera especial de exponer estos personajes, quitándoles adjetivos, dándoles sólo el trazo histórico”, aseguró Nellie Campobello durante una entrevista en los años 1940-1950. Jorge Aguilar Mora consideró que Cartucho fue marginado por ser un texto villista, “escrito por una mujer y por salirse del canon”. Esta excepcional obra fue publicada el año 1931 en Xalapa, Veracruz con el apoyo de dos personajes pertenecientes al movimiento denominado Estridentismo: Germán List Arzubide, quien cuidó la edición y Leopoldo Méndez, autor de la portada.
Nellie Campobello y Francisco Villa, centauros duranguenses, también son recordados a través de análisis, lecturas y relecturas de la obra literaria y de las páginas históricas más allá de las fronteras mexicanas. En Colombia, dirigentes, militantes y simpatizantes del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) reflexionaron, una vez más, cuando leyeron en “Tragedia de Martín”, fragmento de Cartucho, la siguiente frase: Martín López nos decía: no se vayan a rendir, mejor se mueren alzados y así es bonito morir.
En la patria de Pedro Antonio Marín, mejor conocido como Manuel Marulanda Velez, Tirofijo, un buen porcentaje de colombianos, acompaña y observa los diálogos entre insurgentes y autoridades, que se realizan actualmente en La Habana, Cuba. Algunos piensan que las conversaciones están destinadas a la rendición de los combatientes. Otros desean y sugieren que continúen las conversaciones, pero que no se entreguen las armas, porque todavía existen traidores y asesinos en nuestra América, como los que el 20 de julio de 1923, emboscaron y mataron en Parral, Chihuahua, a Pancho Villa, hace 90 años.
Arequipeños, cuzqueños y limeños, recuerdan en estas fechas el encuentro del general Francisco Villa con José Santos Chocano, poeta y diplomático peruano en el año 1914. Atraído por la Revolución Mexicana, el autor de El alma de Voltaire, escribió poemas y ensayos donde cuestionaba al Porfiriato. Se entrevistó en varias ocasiones con Venustiano Carranza y con el Centauro del Norte. Utilizó su estilo diplomático y fama de mediador para reconciliar a Carranza y Villa, misión que no logró. Tiempo después, Santos Chocano, a quien algunos en broma le decían Santo Chocante se alejó del villismo y se dedicó a los negocios.
Colombianos, cubanos, peruanos, mexicanos y venezolanos admiradores de Pancho Villa están pendientes de ver por Internet, salas de cine o televisión el documental titulado El asesinato de Villa: la conspiración, dirigido por Emilio Maillé, producido por Patricia Arriaga y donde actúa nuevamente como Pancho Villa, el actor Enoc Leaño. En librerías y bibliotecas de Bogotá, Caracas, Guadalajara, La Habana y Lima los lectores preguntan por el libro Pancho Villa y la Toma de Zacatecas, novela gráfica de Paco Ignacio Taibo II, cuya lectura se antoja como homenaje previo al centenario (1914-2014) del acontecimiento revolucionario y a sus protagonistas.
Por Fernando Acosta Riveros
La Jornada Jalisco/Julio 19 de 2013
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