Barack Obama y Enrique Peña Nieto. Foto: proceso.com |
No podemos esperar nada bueno de las futuras reuniones de “alto nivel” entre los funcionarios en materia económica de ambos países. Estos encuentros no tendrán el propósito de promover un modelo de desarrollo más equitativo y democrático en Norteamérica sino de consolidar el poder de las grandes empresas monopólicas y trasnacionales sobre la economía mexicana. El acuerdo firmado por los dos presidentes señala explícitamente que las reuniones incluirán “otros actores relevantes, particularmente el sector privado”, pero no existe mención alguna de los sindicatos, los ambientalistas u otras organizaciones sociales.
Tal como ocurre en reuniones similares a escala multilateral, como la Organización Mundial del Comercio o el G-20, los intereses empresariales dictarán la agenda. Walmart, HSBC, Exxon- Mobil, Smith & Wesson, Televisa, Telcel y Ford tendrán su lugar en la mesa, mientras los grupos ciudadanos serán enviados a la calle para protestar entre provocadores infiltrados y policías represores. Muy difícilmente podrán Luis Videgaray y Timothy Geithner, el secretario del Tesoro estadunidense, organizar sus reuniones en zonas pobladas o de cara a la sociedad. Estos funcionarios neoliberales tendrán que esconder se en algún resort fuertemente custodiado por la nueva gendarmería de Peña Nieto para poder repartir el pastel de la economía mexicana entre sus socios y amigos.
Un objetivo de estas reuniones en materia económica supuestamente será ejercer “conjuntamente un liderazgo global” como región norteamericana, en particular en las negociaciones del nuevo Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica. Pero en realidad lo que implica es un abandono total de la histórica alianza comercial y diplomática de México con América Latina en favor de una plena “integración” norteamericana. También implica un importante sacrificio de la soberanía nacional, ya que México será un socio menor en una alianza desigual y excluyente con la economía más grande y rapaz del mundo.
A cambio de la nueva disposición de “colaboración” de las autoridades mexicanas en materia económica, en su visita Obama halagó la “profundización de la democracia mexicana” y dio un espaldarazo a las “nuevas” políticas de seguridad de Peña Nieto. Obama también aceptó la “ventanilla única” de la Secretaría de Gobernación como vía para el intercambio de información y coordinación de operativos con el gobierno mexicano.
Pero en realidad habrá muy pocos cambios en la relación bilateral en materia de seguridad. Estados Unidos mantendrá la abrumadora presencia de sus agencias de seguridad en el país, continuará fomentando la estrategia militarizada de combate al narcotráfico y seguirá haciéndose de la vista gorda ante la impunidad y corrupción que corroe las más altas esferas de la clase política mexicana.
Ahora bien, en su discurso en el Museo Nacional de Antropología, Obama conminó a los estudiantes mexicanos a “desechar viejos hábitos que inhiben el progreso” y “poner a un lado las viejas estructuras mentales”. En su lugar abogó por el desarrollo de nuevos ciudadanos “emprendedores”, de “clase media” que “se esfuerzan” y “escalan” en el mundo. El presidente estadunidense no hace más que repetir exactamente el mismo discurso de la “audacia totalitaria”, basada en un profundo desprecio para la historia, la Revolución y la cultura popular mexicanas promovido desde hace años por Televisa y TV Azteca con su Iniciativa México (mi análisis: http://ow.ly/kGxrW) y hoy por el gobierno de Peña Nieto y sus intelectuales orgánicos (mi análisis: http://ow.ly/kGxz6).
El mensaje es perfectamente claro. De acuerdo con el Presidente de los Estados Unidos de América, la Revolución Mexicana y la gran tradición de luchas populares de la sociedad mexicana son los principales “obstáculos” a vencer. La esperanza de Obama es que los estudiantes mexicanos no solamente r ciban conocimientos sino también una buena dosis de ideología neoliberal durante sus estancias de intercambio académico en Estados Unidos y se olviden para siempre del legado revolucionario del Estado mexicano.
El reto para los estudiantes que aprovechen estas importantes oportunidades será mantenerse fieles a sus valores y principios. Así como se les aconseja a los votantes aceptar los regalos de los partidos políticos y posteriormente votar de acuerdo con su conciencia, también los estudiantes mexicanos podrán aceptar las becas que les ofrecen sin abandonar su compromiso con la justicia social.
En general habría que exigir que el nuevo Foro Bilateral sobre Educación Superior incluya la más amplia diversidad de posturas, actores e intereses. Por ejemplo, si bien nadie podría estar en contra de aumentar las oportunidades para el intercambio académico, siempre hay que calcular los costos y los beneficios de diferentes modalidades de inversión educativa. Muchas universidades estadunidenses hoy se encuentran en graves problemas económicos y estarían encantados de recibir un mayor número de estudiantes mexicanos becados por su gobierno. Pero en muchos casos el reducido presupuesto federal sería mejor invertido en apoyar a los alumnos y al sistema educativo nacional, por ejemplo para atender las carencias en los CCH o en las primarias de Guerrero, que en rescatar a las universidades extranjeras.
El nuevo gobierno del viejo PRI ha sido caracterizado por un gatopardismo constante y consistente. La “nueva” relación con Estados Unidos no es la excepción. No nos dejemos engañar.
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