Joven es reprimido por la policía del gobierno del DF el pasado 1 de diciembre |
Muchas interpretaciones tiene la brutal represión del primero de diciembre y todas están relacionadas con la palabra venganza. Fue la venganza de Peña Nieto por la humillación del 11 de mayo en el baño de la Ibero. También fue la venganza de Salinas por todas las burlas que han recaído desde 1994 –cuando dejó el poder– sobre su persona. Y fue por supuesto la venganza de Calderón contra los jóvenes que lo persiguieron seis años por todo el país llamándolo “asesino”.
No ajeno a esta venganza fue tampoco Genaro García Luna, que estuvo a cargo de los preparativos del montaje en la“siembra” de garrotes, cerca del cine Metropólitan, el viernes por la noche, para abastecer a los porros que los usaron el sábado a la hora de destruir los escaparates de bancos y comercios en Balderas.
No ajeno a esta venganza fue tampoco Genaro García Luna, que estuvo a cargo de los preparativos del montaje en la“siembra” de garrotes, cerca del cine Metropólitan, el viernes por la noche, para abastecer a los porros que los usaron el sábado a la hora de destruir los escaparates de bancos y comercios en Balderas.
García Luna asimismo tuvo que haber infiltrado la policía del Distrito Federal, con la abierta o velada cooperación del jefe saliente de ese cuerpo, Manuel Mondragón y Kalb, quien saltó del gabinete de Ebrard al de Peña en una jugada en la que todos los involucrados estuvieron de acuerdo, ya que se trató del pago del PRI a la firma del pacto “Ya No Me Acuerdo de México” suscrito por el PRD, y la incorporación de un miembro de la “izquierda moderna” al equipo dizque “pluripartidista” de Peña, ya que el nuevo secretario de Relaciones Exteriores es del PAN y el de Recursos Naturales y Medio Ambiente, del Verde Ecologista.
sí que luego de tragarse su homofobia y su racismo durante seis años (¿recuerdan cuando dijo que los campesinos veracruzanos del movimiento de los 400 pueblos, que se asoleaban desnudos en Paseo de la Reforma, le daban “asco”?), Mondragón y Kalb también se vengó de la “gente rara” –los jóvenes que se tatúan y se cuelgan anillos de la cabeza a los pies– coparticipando en el diseño y la ejecución de las provocaciones y las brutales respuestas represivas, tanto de la Policía Federal como de los granaderos del GDF.
Por fortuna, la multiplicación de los videos ciudadanos documentan y detallan las redadas que efectuaron los gorilas de Ebrard, quienes utilizaron sus enormes escudos de acrílico no sólo para protegerse de las pedradas sino para improvisar muros de pesadilla entre los cuales quedaron atrapadas muchas personas inocentes, que hoy están presas y acusadas de delitos “graves” que les impiden recuperar su libertad mediante el pago de una fianza.
Si recordamos su caótica forma de gobernar (durante su sexenio fueron asesinados más de 500 miembros del PRD y se registraron 17 conflictos poselectorales, además de los “magnicidios” de 1993 y 1994 y muchas truculentas cosas más), el sello distintivo de Salinas de Gortari ha sido su gran capacidad para generar confusión y estupor colectivo.
Esa confusión y ese estupor abruman ahora a millones de capitalinos. Acostumbrados a protestar pacíficamente, sin chocar con la policía, quienes acudieron al cerco de San Lázaro el sábado dispuestos a poner en práctica los usos y costumbres propios de su cultura política, se vieron de repente en medio de un combate feroz entre soldados de la Policía Federal disfrazados de “anarquistas” y soldados de la Policía Federal y capitalina pertrechados hasta los dientes, que dispararon balas de goma, gases lacrimógenos y chorros de agua desde tanquetas antidisturbios y, no por casualidad, vapulearon, hirieron y detuvieron a quienes no atinaron a ponerse a salvo, mientras los provocadores huían y regresaban a sus bases detrás de las vallas de los gorilas.
Más tarde, en la recién remodelada Alameda Central, se reprodujo el esquema. Los porros de Salinas-Peña-Osorio Chong-García Luna-Mondragón-Ebrard atacaron aparadores de bancos y hoteles en avenida Juárez y escaparon a tiempo, dejando a merced de los uniformados a quienes pasaban por ahí, miraban y tomaban fotos. Ahora bien, que Ebrard exigió una cuota de detenidos a sus gendarmes lo prueban las redadas de transeúntes frente a Bellas Artes y en la esquina de Filomeno Mata y Cinco de Mayo.
Los videos captados por los testigos circunstanciales de esas bien ensayadas y ejecutadas razzias, avergonzarán a los jueces que se atrevan a condenar con penas de cárcel a las pobres mujeres y los pobres muchachos que fueron atrapados como incautas gacelas en un pantano plagado de tiburones.
¿No que el DF era el bastión de la izquierda? ¿No que era la ciudad que sabía llevarse bien con sus “fuerzas del orden” en las manifestaciones políticas? ¿No que Ebrard era el “continuador” de la obra de Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador? ¿No que vivíamos los chilangos en un oasis donde no tenía cabida una brutalidad, por ejemplo, como la de los granaderos del estado de México?
Entonces debemos admitirlo: Salinas logró imponernos la confusión y el estupor, la desconfianza y el desconcierto y –al igual que Mondragón y Kalb– lo hizo sin siquiera despeinarse, pues hoy todas las quejas recaen sobre Peña Nieto y Ebrard, pero la televisión los apoya con su ensordecedor coro de chachalacas linchadoras.
Para efectos prácticos, con sus primeros presos políticos, sus dos heridos de gravedad y sus militantes más verdes lógicamente atemorizados, Salinas puso a #YoSoy132 a la defensiva y, lo más importante, lo frenó en momentos en que el siguiente paso era –¿ya dejó de ser?– copar el espacio donde este sábado y domingo se celebrará el Teletón, para que Televisa, Tv Azteca y sus clientes más distinguidos lloren y se abracen en público y manoseen la palabra “esperanza” –tal como un granadero abusó de una muchacha detenida el sábado en Guadalajara– y en nombre de los niños discapacitados se salven de pagar impuestos, y el pueblo olvide que esos delincuentes tan bondadosos no cubrieron los Juegos Paraolímpicos de Londres, y que Emilio Azcárraga tiene nueve camionetas de su empresa y una banda de traficantes de cocaína atoradas en Nicaragua.
Insisto: Miguel Angel Mancera tiene desde ya la obligación moral de –y ojalá el instinto político para– liberar de inmediato a todos los detenidos, porque si no lo hace no sólo comprará un problema que va a crecer y expandirse sino que, además, lamentablemente, saltará a la cancha, antes que arranque el juego, con dos goles de desventaja en el marcador: los presos del primero de diciembre y la bruja de la UACM.
Desfiladerito
@Desfiladero132
Jaime Avilés
Fuentes Fidedignas
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