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miércoles, 5 de diciembre de 2012

Calderón: el hombre de traje gris y casaca verde olivo






"Soy del color de tu porvenir, me dijo el hombre de traje gris"

Joaquín Sabina.



Gris para las multitudes y la sociedad, Felipe Calderón está a unas horas de quitarse la banda presidencial y su casaca verde olivo para entregar el poder a Enrique peña Nieto. Doce años duró el reinado de los azules, pero en la medida en que creció su poder político perdió todo tipo de identidad social.

El sexenio de Calderón estuvo precedido de un gobierno arrogante, caprichudo e irresponsable que hizo "campaña" seis años para que apenas pudiera ganar la presidencia -con una diferencia mínima de unos 500 mil votos- el "hijo desobediente".


Luego, en una noche gris y fría para las tradiciones del poder en México, Vicente Fox entregó la banda presidencial cuando -literalmente- todos dormíamos, como preludio de lo solitario que se quedaría Calderón durante los seis años que gobernó.

Con escenarios blindados, viajando casi siempre en helicóptero y sin posibilidad de tener contacto con las multitudes, el presidente se fue quedando aislado, temeroso de un ataque en su contra o su familia y con la clara intención de ganar credibilidad a costa de lo que fuese.

Así, apenas unas semanas de tomar el poder, Calderón sorprendió a México cuando salió vestido con uniforme militar y ratificando su jerarquía de Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, en un acto que significó ganarse la lealtad castrense y mandar un mensaje inequívoco a la sociedad de que él tenía el poder.

Ordenó la salida de las tropas de sus cuarteles, oficializó la "lucha contra el crimen organizado", militarizó las calles de Michoacán y así empezó el sexenio más sangriento en la historia reciente -y no tan reciente- de México. Entre 60 y 80 mil muertos -según las cifras que se consulten- de 2006 a noviembre de 2012.

Un sexenio de muerte para todos los sectores. Iniciando por los mismos criminales, luego militares, marinos, policías federales, estatales y municipales; estudiantes, profesionistas, amas de casa, empresarios, comerciantes; niños, jóvenes y adultos; todos forman parte de los miles de muertos.

A esto hay que agregarle la muerte de Juan Camilo Mouriño y Francisco Blake Mora, que siendo Secretarios de Gobernación en momentos diferentes, murieron en percances aéreos que hasta este momento nadie está plenamente convencido de que hayan sido "accidentes" y no atentados en su contra.

Pero Calderón no pudo ganarse la aceptación popular como un líder natural. A pesar de que fue dicharachero y enojón al mismo tiempo; con un sentido del humor bastante frío cuando hacía chascarrillos en los escenarios, con discursos redundantes y a veces sin sentido como para agradar a las multitudes, nada de esto funcionó.

Es más, ni su equipo de seguridad pudo evitar que algunas personas se pararan de frente a él en eventos públicos y lo encararan para recriminarle su postura ante los muertos que él llamó "daños colaterales". No, Calderón no pudo ganarse a la sociedad. Fue un gobernante gris para las multitudes.

Y para desgracia de todos, Calderón será recordado y enjuiciado durante muchos años por los muertos que dejó su estrategia anti criminal, que si no fuera por esto, pasaría a la larga fila de presidentes que solo forman parte de la historia por haber ocupado el máximo cargo político, pero que nadie los admira.

Esto sin demeritar los logros económicos, de infraestructura y en algunos sectores sociales -aunque esto cause debate- que alcanzó su administración. Dicen algunos que fue el "telonero" de la súper estrella que creció durante su sexenio y a la que le tendrá que entregar la silla, la banda y poder.

Ya llegará el tiempo en el que los politólogos y los expertos debatan si fue o no un buen presidente. Como ciudadanos comunes y corrientes, nos quedamos con la sensación de frustración, enojo y rabia que causa ver a tanta gente afectada por esta "guerra" y que no tiene nada que ver con ella. Desplazados, desaparecidos, mutilados, pueblos abandonados, los que sufren abusos de las autoridades y de los criminales, etc.

Tal vez es lo mismo que siente el propio Calderón, pero lo cierto es que tuvo el poder de cambiar de estrategia y utilizar otros métodos menos dañinos para combatir al crimen organizado y al parecer no quiso.

Desde los primeros gobiernos pos-revolucionarios, no ha habido grandes presidentes. Esperamos tantos años la alternancia y terminó pobremente en caprichos personales de Fox y en un gobierno calderonista que fue acusado de soberbio e incluso intolerante.

A partir del sábado 1 de diciembre del 2012 se empieza a reescribir la historia priísta en el poder. México ha avanzado en la democracia electoral pero no ha avanzado en la formación de líderes políticos que cumplan con una excelente función pública -que no es poca cosa- cuando llegan a la presidencia.

Termina pues el sexenio de Calderón y México tiene grandes urgencias que resolver, principalmente el tema de seguridad y la "guerra contra el crimen organizado" con todos sus muertos. Mientras el nuevo gobierno no sea capaz de mostrar nuevos resultados y otras estrategias, tanto ellos como Calderón tendrán que cargar con la pesada loza de esto.

La historia es la que juzga, sentenció alguna vez un ex presidente priísta. Esto es cierto, pero la historia también hace que se mueran en el olvido los malos presidentes y los malos funcionarios. Habrá que esperar cómo juzga la historia a Calderón, un hombre que no pudo quitarse su pesado traje gris a pesar de que lo adornó con su casaca verde olivo.

Por Daniel Higa Alquicira
Noviembre 27 de 2012
mx.ibtimes.com

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