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Los últimos dos sexenios de gobierno federal en México, en manos del derechista Partido Acción Nacional (PAN), más los últimos 71 de la bien llamada “dictadura perfecta” del Partido Revolucionario Institucional (PRI), son más que suficientes para demostrar que, con todo y esas yerbas malignas, el pueblo mexicano no cesa en su intento de buscar algo mejor.
A los ojos del mundo, ninguna mexicana o mexicano puede negar el alivio que le causa saber que el gobierno de Felipe Calderón -sucesor de la otra pesadilla sexenal, Vicente Fox, también del PAN- está a días de llegar a su fin.
Fox Quesada sólo actuó como palero, fue y sigue siendo un paliativo de gobierno, por eso indigna cada vez que los medios de comunicación recogen sus opiniones, porque sigue abusando de la buena fe de quienes un día votaron por su promesa de “cambio”.
Acá en Estados Unidos, como mandatario, Fox Quesada se la pasó hablando de la famosa “enchilada completa” para referirse a la reforma migratoria, la que daría a nuestras mujeres y hombres sin papeles seguridad laboral. E iba dando apretón tras apretón de manos. Nada logró.
Fue también, sin duda, el gran impulsor y gestor del siguiente fraude electoral, que dio el paso a su compañero de partido, quien convirtió a México en un sepelio perpetuo, por mucho tiempo de luto.
De verdad, siento el alivio, alivio porque por fin se va Calderón, aunque el dolor causado en tantas mujeres y hombres no pueda terminar.
Vicente Fox y Felipe Calderón.
No necesito demostrar aquí mis dichos, están ahí documentados, en los papeles judiciales, en los miles de testimonios recogidos por la prensa, cientos de los cuales fueron presentados ante la Corte Penal Internacional para que se castigue el ejercicio de poder que llevó a miles de personas a perder la vida, dejó viudas, viudos, huérfanos, heridos, mutilados.
Ese gobierno fue también responsable de generar un contexto desfavorable para los periodistas, por lo que mi país de origen se convirtió en el más peligroso del mundo para ejercer el oficio de informar. Fueron tantos las y los periodistas muertos y otros tantos lo que tuvieron que alejarse del país y pedir asilo para preservar su vida.
Pero, pese al miedo que supone vivir en el país del peligro, surgieron voces en las calles, provenientes del hartazgo, que dijeron frases tan acertadas como “Estamos hasta la madre”.
Se va Calderón, y si bien regresan a tomar posesión los creadores de “la dictadura perfecta”, sólo resta retomar el mensaje de Andrés Manuel López Obrador: “La esperanza nunca muere”.
Y pese a orden oficial de quemar la papelería de la más reciente jornada electoral, y de la amenaza de quemar también los de 2006, sabemos que muchos votamos por la opción más digna, a la que no quisieron reconocer su triunfo, pero que no ceja en su intento por darnos la oportunidad de soñar otro futuro y que, por lo mismo, sigue levantándonos, animándonos, como un efectivo quitapesares.
Por Leticia Beresford
Fuente Reporteras de Guardia
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