Enrique Peña Nieto con Luis Videgaray, Emilio Gamboa Patrón y Emilio González, todos con denuncias de corrupción y lavado de dinero. Foto: Red |
“Para el mexicano es irracional cumplir la ley, lo racional es violarla o evadirla. Creamos una mentalidad y una forma de pensar que nos lleva a usar nuestra creatividad para evadir la ley. Lo que no nos damos cuenta es que la suma de racionalidades da como resultado una irracionalidad colectiva”, concluye el doctor Agustín Basave, catedrático de la Universidad Iberoamericana y escritor del libro Mexicanidad y Esquizofrenia.
El también articulista, sigue la tradición analítica que inició el Laberinto de la Soledad del premio Nobel, Octavio Paz, así como el sociólogo Roger Bartra y descifra que el cerebro del mexicano está dividido en dos partes respecto al fenómeno de la corrupción o como él lo llama, la dicotomía malévola en nuestro cerebro.
“En una parte almacenamos los códigos de ética, lo que se debe hacer, sabemos distinguir el bien y el mal. Pero al final, en este sector de nuestro cerebro hay una etiqueta que dice "Inoperante". Y en letras pequeñas dice, apréndetelo, pero no lo apliques en la vida porque te va a ir mal. En la otra parte del cerebro almacenamos dos frases sacramentales: 'El que no tranza no avanza' y 'El gandalla no batalla', esta sección sí tiene una leyenda de aplícalas”, comenta el politólogo.
Debido a que violar la ley es rentable, resulta más admirable que un mexicano sea honesto a que un europeo o un norteamericano. “Ellos van con la corriente, los mexicanos honestos nadan contra la corriente porque todo apunta que sean corruptos”, señala.
Para el maestro por la Universidad de Oxford no es cuestión meramente cultural, ni es que esté en nuestro ADN, por eso hay que recordar varios elementos que dan cuerpo a la enfermedad.
Primero, se heredó de España un diseño legislativo alejado de la realidad, en donde la Corona normaba cada elemento que ocurría en las colonias. Sin embargo, muchas de esas normas no se podían cumplir. “Algunas de las leyes que llegaban a la Nueva España venía firmado al final un Acátese pero no se cumpla, por la misma incoherencia de la ley”, explica Agustín Basave.
Hay otro problema que generó la norma equivocada de la Conquista. Es el principio de basar las normas de convivencia social en la desconfianza a todos y a todo. “Por qué las leyes en Europa son menos burocráticas que en México, porque allá parten del concepto de confianza, confianza en los ciudadanos y en la sociedad”, describe.
Así, producto de las normas incumplibles la corrupción comienza a construirse como maniobras para flexibilizar las leyes. Por eso, el siguiente elemento de la corrupción es la inercia cultural donde se crean acciones aprendidas para sobrevivir en una sociedad sin normas claras.
Cuando no se cumplen las leyes se vive en la simulación. Agustín Basave explica a detalle que Vivimos el siglo XX en la simulación y en la aceptación de que vivimos violando la ley y la Constitución. En la Carta Magna previa a la reforma de 1992 se estipulaba que las manifestaciones de culto externo eran anticonstitucionales. Entonces habría que haber metido a la cárcel a todos los que iban el 12 de diciembre a festejar a la Virgen de Guadalupe. Después, la educación en México, pública y gratuita debía ser laica y había miles de escuelas que violaba la constitución y los hijos del presidente en turno iban a escuelas anticonstitucionales.
Para el académico oriundo de Nuevo León el primer paso es crear una nueva Constitución que se pueda cumplir a cabalidad, con normas cercanas a la realidad. Que los fardos normativos sean descargados en Leyes Orgánicas Constitucionales, un escalón entre la Constitución y los Códigos. Así se tendría una constitución sencilla, cumplible y donde se puedan exigir los derechos sociales.
Además, se debe dejar de subir a rango constitucional los derechos o para no fomentar que no se cumpla la Constitución porque las grandes inequidades sociales siguen sin importar que esté en la Carta Magna.
Agustín Basave ironiza que en México elevamos a rango constitucional todos los derechos porque no nos cuesta nada, el derecho a la alimentación, a la salud, a la vivienda digna, “nos falta el derecho a la felicidad pero lo agregamos mañana por unanimidad” declara.
En su investigación para escribir Mexicanidad y Esquizofrenia, el especialista concluye no hay ninguna circunstancia geográfica para que seamos un país tercermundista. “Somos los mexicanos los que hemos echado a perder este país, ha sido la corrupción que hemos creado lo que ha terminado con el país”, sentencia el ex presidente de la Fundación Colosio.
El síndrome de falta de pertenencia
La falta de identidad, la pobreza y el ambiente de corrupción que se vive en México están ligados. Ahora lo que sufre la entidad es lo que él catedrático Agustín Basave ve como el síndrome de in-pertenencia, que es el sentir que no se pertenece al lugar donde se radica. “Si una persona no siente que el espacio público es suyo sencillamente lo puede destruir y corromperlo. Nada motivará su compromiso”, reseña.
Del otro lado, está la cuestión arraigada de los piratas, pues cuando el espacio público no es reclamado por nadie, la gente se apropia de él como venga en gana, así se crean grandes disparidades y conflictos sobre las pertenencias.
El fenómeno que impide la creación de una identidad es la desigualdad social, cuando unos pocos tienen mucho y muchos tienen casi nada. Eso incrementa la problemática.
“El resultado final es la corrupción y la incapacidad de la sociedad para luchar contra ella por estar tan desunida”, asegura.
Agustín Basave señala que hay un paralelismo en el estado con lo que ocurrió en la Nueva España. En la Nueva España nadie se sentía en casa. Por un lado estaban los indios que fueron descastados y eran extraños en su propia tierra. Después, los españoles alejados de su tierra, en su mayoría forajidos, y por último, los criollos que no eran reconocidos ni podían tener títulos.
“Esta tierra de nadie, sin identidad entre sus habitantes y con tantas disparidades sociales, provocó que se plantara el germen de la corrupción”, remata.
Por Juan Manuel Coronel
losangelespress.org
Fuente: Revista Luces del Siglo
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