Ciro Gómez Leyva Periodista |
El hiriente calificativo de “cobarde”, lanzado por Ciro Gómez Leyva contra Andrés Manuel López Obrador, con motivo de los frecuentes ataques lanzados por éste contra Milenio, no tendrá de seguro repercusiones pero puede servir para discutir la relación entre periodistas y personas que ejercen su libertad de hablar o de callar, en especial los políticos.
AMLO recomienda a sus compañeros que no ventilen sus controversias y no hagan públicos sus ataques a otros integrantes de Morena porque la mayoría de los medios va a subrayar esa clase de incidentes. Televisa y Milenio son los ejemplos preferidos por el dirigente morenista. Gómez Leyva entiende que tales pronunciamientos de López Obrador, dirigidos a dar instrucciones a sus seguidores, ofenden a los reporteros de Milenio (¿por qué no también a los de Televisa?), ya que se hacen con ventaja y de manera impune. La cuestión es si un político tiene la libertad de atacar a un medio de comunicación y si sólo los periodistas pueden criticar, defenestrar, aborrecer o ignorar a otros.
En México parece que los medios de comunicación fueran entidades sin ideología y por entero apolíticos. Así se tratan de presentar no pocos destacados periodistas. Pero en realidad muchos de esos medios pretenden tomar parte de la lucha política y con frecuencia lo logran. Esto es del todo natural. Pero también debería serlo que los políticos de bandos contrarios a ciertos medios entren al terreno de las descalificaciones, puesto que de éstas se encuentra construido el entramado de la lucha política.
Carlos Marín ha llegado a la extroversión de afirmar que AMLO se podría comparar con los mayores persecutores de la libertad de prensa de la historia de México sólo porque el líder morenista advierte, ante sus propios compañeros, lo contraproducente que puede resultar ventilar ciertos asuntos frente al periódico que dirige ese mismo periodista llamado Carlos Marín.
Podría ser que estemos frente a una falta de madurez pero prefiero pensar que nos encontramos ante una mala educación política, una especie de pretendida superioridad del periodismo al presentar a los medios como simples factores exógenos y no admitir a las claras el elevado papel que éstos juegan en las luchas políticas.
Es harto conocido que, con demasiada frecuencia, frente a un acontecimiento político cualquiera, lo que se busca reportar es el incidente ruidoso aunque no se expliquen en absoluto las causas del mismo ni el contenido de la situación. En México, las protestas se consignan en muchos medios sin hablar de sus motivaciones y propósitos. En esto se especializa la televisión. Todo es parte de una acción política, de una conveniente manera de presentar la realidad.
Existen programas noticiosos radiofónicos que no difunden tanto noticias como la opinión de sus conductores sobre las mismas, para lo cual es preciso dar la información de manera que el comentario pueda centrarse sólo en algún aspecto. Junto a esto, lo que se hace es debatir con los entrevistados, cuando los hay o se les encuentra, como si el conductor fuera parte directa y personal de la situación o del conflicto, al grado de que, a veces, terminada la entrevista se recurre al comentario sobre la misma sin la menor oportunidad de la réplica. Este es un estilo de periodismo que puede ser tan válido como cualquier otro pero que no deja duda de su militancia.
Por lo demás, discriminar a un periodista debido al medio que representa no es nada nuevo. Se produce a diario. Existen lugares en el mundo donde no se les acredita. No me refiero sólo a partidos o empresas sino a organismos públicos. ¿Cuáles?, me preguntarán. Uno muy conocido es la Casa Blanca que no ha sido acusada de ejercer la censura de prensa por comportarse de tal manera.
Existen programas noticiosos radiofónicos que no difunden tanto noticias como la opinión de sus conductores sobre las mismas, para lo cual es preciso dar la información de manera que el comentario pueda centrarse sólo en algún aspecto. Junto a esto, lo que se hace es debatir con los entrevistados, cuando los hay o se les encuentra, como si el conductor fuera parte directa y personal de la situación o del conflicto, al grado de que, a veces, terminada la entrevista se recurre al comentario sobre la misma sin la menor oportunidad de la réplica. Este es un estilo de periodismo que puede ser tan válido como cualquier otro pero que no deja duda de su militancia.
Por lo demás, discriminar a un periodista debido al medio que representa no es nada nuevo. Se produce a diario. Existen lugares en el mundo donde no se les acredita. No me refiero sólo a partidos o empresas sino a organismos públicos. ¿Cuáles?, me preguntarán. Uno muy conocido es la Casa Blanca que no ha sido acusada de ejercer la censura de prensa por comportarse de tal manera.
Por Sen. Pablo Gómez
radioamlo.org
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