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jueves, 20 de septiembre de 2012

Marcelo Ebrard no hace prospectiva, sólo "futurea", sueña, imagina





Con las ganancias de la venta de la leche compraría huevos, de los huevos nacerían las gallinas, con el dinero de las gallinas adquiriría ovejas y así progresivamente hasta que, ilusionada y distraída con la imagen de un futuro de riqueza y prosperidad, se le cayó la olla desde el primer piso del Palacio del Ayuntamiento… ¡y se acabó el cuento!

Marcelo Ebrard, ahora mismo, interpreta a Doña Truhana, aquella mujer que era más pobre que rica y de la que, en aquella historia, Patronio le platicara al Conde Lucanor.

Igual fantasea Ebrard con las ganancias políticas de su gestión administrativa al frente del gobierno federal y –muy importante-- con las muchas posiciones políticas que dejó sembradas a “la izquierda” la candidatura de Andrés Manuel López Obrador compraría votos en el mercado de futuros políticos cuyo vencimiento esté marcado en el 2018… sin tomar en cuenta que, en seis años, muchas cosas pueden pasar.

¿Qué tal si se cae un tramo de los segundos pisos o autopsitas (de cuota) urbanas que está por entregar?

¿Qué le sucedería si, como hace él con AMLO, su sucesor Miguel Mancera le resulta respondón y le dice algo así como “quítate que a’i te voy”?

¿Pensará que la hegemonía “chucha” en el PRD es forever? ¿Calcularía ya el huecote que va a hacer Morena al partido del sol azteca?

“Futurear” es ilusorio. Es un entretenimiento muy lejano a la prospectiva –que tampoco es una ciencia exacta y por tal no está exenta de controversia entre los académicos-- que trata de definir futuros posibles en una serie de cuestiones con el fin de mejorar la toma de decisiones en política, economía, cuestiones sociales o en las relaciones internacionales.

Quienes trabajan con prospectiva no tienen bola de cristal. En vez de analizar un solo futuro posible, en cambio, se plantean varios escenarios alternativos y se extrae uno más deseable. Sí se aplica, vale mencionar, un rigor científico y un análisis documentado para que la planificación estratégica se dirija a ese futuro.

Pero Ebrard no hace prospectiva. “Futurea”, imagina, sueña.

Recibe aliento, eso sí, de prácticamente los mismos que atacan, critican y denuestan a López Obrador. Como si hubiera “línea desde arriba” para que así lo hicieran. Y obvio, de lo que se trata no es de ensalzar las legítimas ambiciones políticas de un ciudadano, sino de vilipendiar al otro.

A final de cuentas todo ello es espuma.

Porque las circunstancias del planeta y, por ende, del país están por cambiar. Detenida la crisis financiera mundial hasta en tanto no se celebren las elecciones del primer martes de noviembre de 2012, el mundo va a cambiar radicalmente ante los conflictos que vienen. Y eso no es una profecía maya.

Aunque muchos ya lo imaginamos, aquí todavía no sabemos cómo es que nos va a ir el próximo sexenio. Si igual de mal que con los panistas, en especial con el actual ocupante de Los Pinos, o peor, como en feria que decimos, como cuando gobernaban los anteriores priístas Salinas y Zedillo, con devaluaciones, ventas del patrimonio nacional al extranjero, fobaproas y demás “asaltos del siglo”.

Ya imaginando o “futureando”, como lo hace Ebrard, ¿y si en estos próximos seis años llegan al planeta los marcianos o cualquier otro ET inhumano y amorfo? ¿Apoyarían los extraterrestres al para entonces ya no tan joven don Marcelo?

Se vale soñar… como decían por ahí. Se vale distraer al respetable de los problemas del presente con asuntos de la guajirez más execrable.

Y ahí va Ebrard con la olla medio llena –o medio vacía-- de (mala) leche que a cada paso, en cada entrevista, arroja al rostro de Andrés Manuel López Obrador, quien lo rescató, lo impulsó y lo llevó a ocupar cargos que, aún al lado, como pupilo, de Manuel Camacho, jamás habría obtenido.

Camina Ebrard con la olla de (mala) leche sobre la cabeza, pero no toma en cuenta el precio de un litro de la misma para dentro de seis años. ¿Y si vuelve la epidemia de las “vacas locas” que pille con los dedos en las ubres a los encargados de Economía, como recién sucedió con el problema del huevo tras la fiebre aviar?

En fin, don Marcelo. El cuento de la lechera no es un programa de gobierno, ¿eh?

Por Francisco Rodríguez
Revista Emet
Septiembre 20 de 2012

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