A más de 2 meses de la elección Presidencial, y con las piezas políticas ya instaladas en sus lugares, la primera conclusión que la mayoría de analistas en medios de comunicación ha soltado, es referente a la candidatura de Andrés López en 2018. No hace falta ser un genio para saber que el tabasqueño se volverá a presentar a la contienda.
Lo realmente interesante del análisis sobre la ruptura de López Obrador con el Partido de la Revolución Democrática (PRD) no es el futuro del PRD, sino la viabilidad del nuevo proyecto encarnado en MORENA y su posibilidad de supervivencia.
Tanto el lopezobradorismo como los perredistas consideran que los casi 16 millones de votos obtenidos el pasado 1 de Julio, son un logro personal, fruto del buen trabajo, olvidando darle el reconocimiento a la contraparte.
El PRD mostró que hay división interna, que en el Congreso Federal ellos no fueron la oposición propositiva y crítica que se espera de una organización de formación ideológica de izquierda. Los votantes lo percibieron y no podemos pensar que esos 16 millones de votos se explican por el trabajo partidista. Algún porcentaje de voto duro habrá en esa cifra, sumado al acarreo y compra de voluntades, pero sin llegar al dato mencionado.
La corriente lopezobradorista explica esos 16 millones de papeletas a su favor, a través de la figura del candidato, al más puro estilo caudillista. Resulta imposible creer que el 100% de votos de la coalición de las izquierdas pase por el simple carisma de Andrés Manuel.
Tanto PRD como su último candidato Presidencial cuentan mal el botín obtenido, pues de ese universo de votos, bien valdría la pena reflexionar sobre la cantidad que sin ser perredistas o lopezobradoristas, han dado su preferencia a esa fórmula electoral.
En el centro de la República Mexicana no existe ninguna encuesta que muestre el efecto Peña Nieto sobre el voto favorable a la izquierda nacional. En las redes sociales y en algunas Universidades se planteó la necesidad de buscar una fórmula que evitara el regreso del Partido Revolucionario Institucional (PRI) al poder. Al paso de las semanas y los errores de campaña priista, se eligió la figura de Andrés Manuel sobre la de Josefina Vázquez para tal cometido. Es muy probable que la remontada del candidato perredista en las preferencias electorales se deba a un rechazo priista más que una atinada estrategia para remontar puntos a base de propuestas realizables en el corto plazo.
El discurso obradorista mientras la campaña transcurría, se fue adecuando al malestar de la población contra el PRI. El tabasqueño no se adaptó a la realidad nacional, pero si a la de discurso de Peña, ya que semana a semana el ex perredista era la contrapropuesta peñista, aunque casi nunca sin explicar su metodología.
Hará mal López Obrador si considera que esos 16 millones de votos son suyos y que lo acompañarán en su nueva aventura, pues no está considerando el efecto Peña Nieto.
Una segunda variable que no fue motivo de análisis en esta pequeña reflexión, es la que concierne a la imagen de Marcelo Ebrard, ya que resultará atractivo para algunos electores seguir a alguien que se dice de izquierda y viaja a la Organización de Naciones Unidas (ONU) a trabajar, dejando de lado la simpatía obradorista en este momento.
16 millones de votos son muchos, pero a veces como llegan, también se van.
Por Edmar Ariel Lezama
mx.ibtimes.com
Septiembre 12 de 2012
@edmar_ariel
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