La paz social jamás ha sido garantizada por el mero uso de la fuerza. Una sociedad civil y política requiere educar en principios y virtudes civiles a todos sus miembros, de lo contrario, siempre camina al filo de la barbarie.
Ante el debate educacional, hace tiempo que ciertas élites han reaccionado planteando que la educación es de exclusiva responsabilidad de los padres, que no es justo que unos financien la enseñanza de los hijos de otros. Por ende, un sistema de educación pública y universal pasaría a llevar en todo sentido, la libertad de los padres para educar a sus hijos sin intromisiones.
El argumento es racionalmente válido e incluso liberal. No obstante, ante los hechos crecientes de violencia, y aceptando la idea de que existe un supuesto contrato social entre todos nosotros, surge la pregunta ¿Cuán riesgosa es la falta de educación –o la educación deficiente- de un número importante de la población, para la mantención de tal contrato?
Desde un punto de vista también racional (pues la razón nos impulsa a buscar la paz para preservar la existencia y disfrutar en algo los bienes obtenidos) parecería insensato mantener un sistema educativo que debilite de manera paulatina las bases de dicho contrato social.
Incluso desde un punto de vista egoísta parecería irracional. Por lo menos así lo desliza Teresa Marinovic, al decir que aceptaría pagar educación de otro, sólo porque “la educación disminuirá el riesgo de que él se transforme en un delincuente y contribuir a esa causa será una forma de pagar por la propia seguridad”.
No obstante, aún cuando parece que la creciente falta de educación de una masa importante podría estar horadando las bases mínimas del supuesto contrato, las élites defienden el sistema educativo vigente de manera férrea, en base al argumento de la libertad.
Al parecer no obstante, detrás de ese rechazo se esconde una presunción más bien medieval (si se puede llamar así) de que la educación es necesaria sólo para los grupos privilegiados, y que por tanto el resto puede permanecer sumido en la ignorancia, bajo el simple control de un sistema educativo deficiente y de mera disciplina (y un sistema policial fuerte si es necesario).
Misma concepción, que según Max Stirner, en épocas pasadas consideraba a la educación popular “impropia pues el pueblo debía permanecer, frente al señor culto, en la casta de los laicos, admirando y venerando el señorío ajeno”.
Quizás eso explica la paradoja del por qué las élites, aún cuando dicen defender el derecho de los padres a educar a sus hijos sin intromisiones, aceptan la escolarización compulsiva por parte del Estado, es decir que obligue “a educar (disciplinar)”. Paradoja absoluta, porque si aceptamos el derecho de los padres a educar a los hijos sin intromisiones, eso implica la libertad de éstos a no darles educación alguna. Claramente, tal incongruencia revela que las élites han olvidado lo que un liberal comoPopper decía: el "hábitat" natural del hombre es la tribu, no la libertad individual”.
Es claro que las algunas élites han olvidado que la libertad en una sociedad, se resguarda no por la mera existencia de leyes que la promuevan mediante la coacción, sino por medio de personas que la pongan en práctica en todo sentido y nivel. Han olvidado que “conviene inculcar los primeros rudimentos de moralidad en sus mentes; para que cuando sus entendimientos progresen en fuerza puedan enseñarles a lograr la máxima felicidad, mostrándoles que no depende de la condición donde la suerte les puso, sino de buena conciencia, buena salud, trabajo y libertad en todas las empresas justas”, tal y como decía Thomas Jefferson.
Por eso, sus llamados a respetar el Estado derecho, el contrato social o a la “unidad nacional”, son palos de ciego, pues van dirigidos a personas que probablemente jamás han recibido ninguna clase de instrucción sobre tales principios, y que además han visto como esa supuesta unidad y estado de derecho es transgredido y violado por las propias élites en otros ámbitos.
Es claro que las algunas élites han olvidado que la libertad en una sociedad, se resguarda no por la mera existencia de leyes que la promuevan mediante la coacción, sino por medio de personas que la pongan en práctica en todo sentido y nivel. Han olvidado que “conviene inculcar los primeros rudimentos de moralidad en sus mentes; para que cuando sus entendimientos progresen en fuerza puedan enseñarles a lograr la máxima felicidad, mostrándoles que no depende de la condición donde la suerte les puso, sino de buena conciencia, buena salud, trabajo y libertad en todas las empresas justas”, tal y como decía Thomas Jefferson.
Por eso, sus llamados a respetar el Estado derecho, el contrato social o a la “unidad nacional”, son palos de ciego, pues van dirigidos a personas que probablemente jamás han recibido ninguna clase de instrucción sobre tales principios, y que además han visto como esa supuesta unidad y estado de derecho es transgredido y violado por las propias élites en otros ámbitos.
Ciertas élites, en su supuesta defensa de la libertad educativa, han olvidado lo que decía Thomas Jefferson: “El objetivo más importante de una educación democrática es que el pueblo sea el último guardián de su propia libertad”.
Por Jorge A. Gómez Arismendi
Agosto 25 de 2012
Foto: Tomada de Internet
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