I
Es un hecho: el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación validará la elección presidencial del pasado 1 de julio. Que nadie se engañe, que nadie sea ingenuo. Y es que, si los del PRI tuvieron dinero para comprar votos, para regalar bagatelas y hasta pantallas de televisión y lavadoras, si tuvieron dinero para tapizar las ciudades de la república mexicana de espectaculares, ¿ustedes creen que se les habría olvidado “cabildear” con los magistrados para “agilizar” la validación de la elección?
Ahora bien, los del PRI planearon su “triunfo” detenidamente, hasta visualizaron una posible confrontación social postelectoral. Sin embargo, ésta la divisaron guiada por Andrés Manuel López Obrador, es decir, por el único oponente que no se iba a quedar callado ante el cochinero que fue la elección.
Pero no visualizaron la inconformidad social fuera de los partidos políticos, fuera de López Obrador. Y es ahí donde surge, para los del PRI, el conflicto. Y el miedo. Seguramente se preguntan: si hay inconformidad, y ésta no obedece a López Obrador, ¿cuál debe ser nuestra reacción? ¿Reprimir? ¿Invisibilizar vía los medios de comunicación tradicionales? ¿Tratar de comprar a los líderes? Las respuestas a estas preguntas no son claras y eso los desespera.
Tenían todo planeado, pero no se esperaban el despertar de cientos de jóvenes que no obedecen a López Obrador, que no entran en las lógicas partidistas, pero que se preocupan por lo que sucede en su país y por lo que acaeció en las pasadas elecciones. Los del PRI siguen en su plan (hasta donde tope). ¿Les funcionará con este elemento que no se esperaban?
Ahora bien, los del PRI planearon su “triunfo” detenidamente, hasta visualizaron una posible confrontación social postelectoral. Sin embargo, ésta la divisaron guiada por Andrés Manuel López Obrador, es decir, por el único oponente que no se iba a quedar callado ante el cochinero que fue la elección.
Pero no visualizaron la inconformidad social fuera de los partidos políticos, fuera de López Obrador. Y es ahí donde surge, para los del PRI, el conflicto. Y el miedo. Seguramente se preguntan: si hay inconformidad, y ésta no obedece a López Obrador, ¿cuál debe ser nuestra reacción? ¿Reprimir? ¿Invisibilizar vía los medios de comunicación tradicionales? ¿Tratar de comprar a los líderes? Las respuestas a estas preguntas no son claras y eso los desespera.
Tenían todo planeado, pero no se esperaban el despertar de cientos de jóvenes que no obedecen a López Obrador, que no entran en las lógicas partidistas, pero que se preocupan por lo que sucede en su país y por lo que acaeció en las pasadas elecciones. Los del PRI siguen en su plan (hasta donde tope). ¿Les funcionará con este elemento que no se esperaban?
II
La invalidez de la elección sería una de las mejores formas de salir del atolladero en el cual está postrado el país. Y es que, si se legaliza la trampa, la compra de votos y la desfachatez electoral, ¿qué sigue? ¿70 años de PRI? ¿Más y más Enriques Peña Nieto en la presidencia?
Decenas de “analistas” políticos y comentaristas de radio y televisión y prensa escrita dicen que “legalmente” es complicado invalidar la elección, porque ¿cómo se prueba que hubo compra de votos? ¿Cómo se prueba que la compra de votos fue para la elección presidencial y no para las elecciones de diputados o senadores? Han sacado tantas argucias leguleyas que uno no sabe si reír o llorar, si enojarse o ponerse en tono de chanza.
Si se valida la elección se naturalizará la trampa como forma de acceder al poder. Y eso sin duda será un punto que, en el futuro posibilitará más y más trampas. Y aunque después vengan reformas y mesas de análisis y discusiones en la Cámara de Diputados sobre modificaciones al código electoral, la trampa validada en este 2012 se seguirá aplicando como un modus operandi apto para ganar elecciones.
Hace seis años en el proceso postelectoral se pedía el voto por voto. Se peleaba que Vicente Fox hubiera intervenido en las elecciones y que el conteo hubiera sido un cochinero. Pero ahora se pelea que la trampa no sea la dinámica de futuras elecciones.
Es decir, la ecuación es simple: si se valida la elección, se les estará dando legalidad a la corrupción en su matiz electoral. ¿Qué vendrá después? Es fácil de responder: más “legalidad” de la corrupción, más “legalidad” del cochinero, más “legalidad” de la trampa.
Hay quienes desde diversas tribunas de la prensa apuestan a un renovado PRI. Plantear esto es ingenuo, por decirlo amablemente. Los argumentos que esgrimen estos “analistas” del “nuevo PRI” están basados en una lógica absurda. Repiten: con los nuevos mecanismos legales, el PRI no puede convertirse en lo que fue: tendrá que adaptarse a las nuevas circunstancias y ahí es donde la izquierda tiene que jugar su papel moderno y moderado.
Este razonamiento, además de pecar de ingenuidad, tiene un gran punto débil: si el PRI hubiera cambiado y se hubiera adaptado a las nuevas circunstancias, no hubiera practicado la compra masiva de votos y las trampas y chanchullos que realizó. Así pues, eso de que “el PRI cambió” es una falacia del tamaño del dinero que invirtieron los del tricolor en las pasadas elecciones.
La invalidez de la elección sería una de las mejores formas de salir del atolladero en el cual está postrado el país. Y es que, si se legaliza la trampa, la compra de votos y la desfachatez electoral, ¿qué sigue? ¿70 años de PRI? ¿Más y más Enriques Peña Nieto en la presidencia?
Decenas de “analistas” políticos y comentaristas de radio y televisión y prensa escrita dicen que “legalmente” es complicado invalidar la elección, porque ¿cómo se prueba que hubo compra de votos? ¿Cómo se prueba que la compra de votos fue para la elección presidencial y no para las elecciones de diputados o senadores? Han sacado tantas argucias leguleyas que uno no sabe si reír o llorar, si enojarse o ponerse en tono de chanza.
Si se valida la elección se naturalizará la trampa como forma de acceder al poder. Y eso sin duda será un punto que, en el futuro posibilitará más y más trampas. Y aunque después vengan reformas y mesas de análisis y discusiones en la Cámara de Diputados sobre modificaciones al código electoral, la trampa validada en este 2012 se seguirá aplicando como un modus operandi apto para ganar elecciones.
Hace seis años en el proceso postelectoral se pedía el voto por voto. Se peleaba que Vicente Fox hubiera intervenido en las elecciones y que el conteo hubiera sido un cochinero. Pero ahora se pelea que la trampa no sea la dinámica de futuras elecciones.
Es decir, la ecuación es simple: si se valida la elección, se les estará dando legalidad a la corrupción en su matiz electoral. ¿Qué vendrá después? Es fácil de responder: más “legalidad” de la corrupción, más “legalidad” del cochinero, más “legalidad” de la trampa.
Hay quienes desde diversas tribunas de la prensa apuestan a un renovado PRI. Plantear esto es ingenuo, por decirlo amablemente. Los argumentos que esgrimen estos “analistas” del “nuevo PRI” están basados en una lógica absurda. Repiten: con los nuevos mecanismos legales, el PRI no puede convertirse en lo que fue: tendrá que adaptarse a las nuevas circunstancias y ahí es donde la izquierda tiene que jugar su papel moderno y moderado.
Este razonamiento, además de pecar de ingenuidad, tiene un gran punto débil: si el PRI hubiera cambiado y se hubiera adaptado a las nuevas circunstancias, no hubiera practicado la compra masiva de votos y las trampas y chanchullos que realizó. Así pues, eso de que “el PRI cambió” es una falacia del tamaño del dinero que invirtieron los del tricolor en las pasadas elecciones.
III
La defensa legal se está dando vía Andrés Manuel López Obrador. Digamos que él como parte del pasado proceso electoral está mostrando, desde dentro, la inconformidad. Pero para que esta defensa tenga éxito es necesario que exista la movilización, que la gente en las calles y en las redes sociales se organice, que haya protestas, que haya rebeldía desde lo pacífico. Sí, la lucha está en los tribunales, pero ésta tiene pocas expectativas de éxito sin la movilización social masiva. Sí, no cabe la menor duda: se puede parar todavía a ese monstruo llamado PRI que hoy viene disfrazado de muñequito con copete.
La defensa legal se está dando vía Andrés Manuel López Obrador. Digamos que él como parte del pasado proceso electoral está mostrando, desde dentro, la inconformidad. Pero para que esta defensa tenga éxito es necesario que exista la movilización, que la gente en las calles y en las redes sociales se organice, que haya protestas, que haya rebeldía desde lo pacífico. Sí, la lucha está en los tribunales, pero ésta tiene pocas expectativas de éxito sin la movilización social masiva. Sí, no cabe la menor duda: se puede parar todavía a ese monstruo llamado PRI que hoy viene disfrazado de muñequito con copete.
La Jornada Jalisco, Julio 29 de 2012
jorge_naredo@yahoo.com
Twitter: @jgnaredo
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