México D.F., 20 de junio de 2012 (MPJD).- El actual proceso electoral se desarrolla en un país herido por el aumento de víctimas de la guerra y las violencias, donde sesenta mil personas han sido asesinadas, la mayoría de ellas con total impunidad, donde los desaparecidos, huérfanos y viudas se cuentan por decenas de miles y el Estado se ha mostrado absolutamente incapaz de garantizar verdad, seguridad, justicia y paz para los ciudadanos.
La corrupción generalizada de las instituciones hace imposible distinguir la frontera entre el crimen organizado y la autoridad, y la estrategia bélica del gobierno actual ha desatado una espiral de violencia y muerte que ha propiciado la violación de los derechos humanos de miles de compatriotas.
Una elección en estas condiciones es una ignominia; más cuando esta guerra y los dolores inmensos que causa a sus víctimas directas y a sus familias ni siquiera ha merecido ser considerada como una preocupación de primer orden por los partidos políticos y sus candidatos. Muestra de ello son los dos debates sostenidos por los cuatro candidatos a la presidencia de México: en ambas ocasiones nadie mencionó las consecuencias de la guerra y la emergencia nacional. Los temas de la agenda acordada entre candidatos y víctimas en el Alcázar del Castillo de Chapultepec la enviaron a la fosa común del olvido, al igual que el gobierno de Felipe Calderón los más de veinte mil cuerpos de víctimas sin identificar.
La corrupción generalizada de las instituciones hace imposible distinguir la frontera entre el crimen organizado y la autoridad, y la estrategia bélica del gobierno actual ha desatado una espiral de violencia y muerte que ha propiciado la violación de los derechos humanos de miles de compatriotas.
Una elección en estas condiciones es una ignominia; más cuando esta guerra y los dolores inmensos que causa a sus víctimas directas y a sus familias ni siquiera ha merecido ser considerada como una preocupación de primer orden por los partidos políticos y sus candidatos. Muestra de ello son los dos debates sostenidos por los cuatro candidatos a la presidencia de México: en ambas ocasiones nadie mencionó las consecuencias de la guerra y la emergencia nacional. Los temas de la agenda acordada entre candidatos y víctimas en el Alcázar del Castillo de Chapultepec la enviaron a la fosa común del olvido, al igual que el gobierno de Felipe Calderón los más de veinte mil cuerpos de víctimas sin identificar.
Hoy es visible en nuestro país el nacimiento de una nueva ola de participación ciudadana que lejos de las estructuras políticas tradicionales busca expresarse de manera no-violenta, inteligente y crítica.
Es desde allí, a pesar de que sabemos de la ignominia de estas elecciones, que llamamos a acudir a las urnas el próximo primero de julio para que –es lo mínimo a lo que podemos aspirar frente a la ceguera de los candidatos y de las partidocracias—se haga de manera libre y razonada, y no desde la adhesión incondicional o la ebriedad propagandística. Entendemos que el voto libre y conciente –el que ve lo que hay detrás de los candidatos y entiende lo que significan sus proyectos- es un instrumento para detener la guerra y construir la Paz.
Por todo lo anterior, llamamos a estar atentos al proceso electoral, a vigilar que se respete la voluntad de los electores y a ir a las urnas para votar de la manera y por la opción que de acuerdo con su conciencia contribuya más a generar la paz, incluido el voto en blanco. Nuestro llamado a las víctimas es a que participen en la elección con la dignidad que han conquistado en su resistencia a la barbarie, a la indiferencia y al miedo.
El MPJD es un movimiento civil donde cabe una gran diversidad de opiniones y puntos de vista. Su corazón son las víctimas. Más allá de las diversas identidades, lo que nos reúne es la búsqueda de la paz y la justicia, por lo que la forma en que cada uno resuelva su participación en las urnas no será de ninguna manera fuente de división.
Sabemos que sea cual sea el resultado de esta elección, gane quien gane, el próximo gobierno contará con mayorías precarias y relativas, por lo que insistimos en llevar a cabo un Acuerdo Nacional por la Paz.
Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad
Es desde allí, a pesar de que sabemos de la ignominia de estas elecciones, que llamamos a acudir a las urnas el próximo primero de julio para que –es lo mínimo a lo que podemos aspirar frente a la ceguera de los candidatos y de las partidocracias—se haga de manera libre y razonada, y no desde la adhesión incondicional o la ebriedad propagandística. Entendemos que el voto libre y conciente –el que ve lo que hay detrás de los candidatos y entiende lo que significan sus proyectos- es un instrumento para detener la guerra y construir la Paz.
Por todo lo anterior, llamamos a estar atentos al proceso electoral, a vigilar que se respete la voluntad de los electores y a ir a las urnas para votar de la manera y por la opción que de acuerdo con su conciencia contribuya más a generar la paz, incluido el voto en blanco. Nuestro llamado a las víctimas es a que participen en la elección con la dignidad que han conquistado en su resistencia a la barbarie, a la indiferencia y al miedo.
El MPJD es un movimiento civil donde cabe una gran diversidad de opiniones y puntos de vista. Su corazón son las víctimas. Más allá de las diversas identidades, lo que nos reúne es la búsqueda de la paz y la justicia, por lo que la forma en que cada uno resuelva su participación en las urnas no será de ninguna manera fuente de división.
Sabemos que sea cual sea el resultado de esta elección, gane quien gane, el próximo gobierno contará con mayorías precarias y relativas, por lo que insistimos en llevar a cabo un Acuerdo Nacional por la Paz.
Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad
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