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En medio del debate sobre la regulación del consumo de estupefacientes en Latinoamérica y Estados Unidos, los pueblos indígenas del continente ofrecen un ejemplo ancestral en el consumo de drogas o estimulantes al que algunos expertos recomiendan atender.
“El empleo de plantas psicotrópicas para fines ceremoniales en América Latina está documentado desde hace miles de años”, recordó Rodolfo Stavenhagen, investigador del Centro de Estudios Sociológicos de México durante el Foro sobre regulación del consumo de drogas que se celebra estos días en la capital mexicana.
La hoja de la coca en países como Bolivia, Ecuador o Perú; el peyote, el pequeño cactus rico en mescalina, del norte de México y sur de Estados Unidos, o determinados hongos alucinógenos en Guatemala son solo algunos ejemplos de las plantas estimulantes utilizadas por los pueblos originarios en estas regiones.
“En Bolivia, para las comunidades indígenas, el acto de consumir hoja de coca es una manera de reivindicar su identidad, a la vez que se utiliza como medicina, alimento e incluso como sistema de interrelación”, explicó Stavenhagen durante el congreso, organizado por la Universidad Autónoma de México (UNAM).
Una relación parecida es la que los indígenas huicholes mantienen con el peyote, el alucinógeno sagrado más importante del norte de México, cuyo uso se ha extendido a Estados Unidos y Canadá y cuya sustancia principal, la mescalina, es utiliza en psiquiatría.
En relación con el resto del continente, México representa la zona más rica tanto en la diversidad de alucinógenos como en su uso, pues además del peyote, existen 24 especies de hongos solo en el sur del país y un total de entre 80 y 100 plantas “sagradas”.
También denominadas “plantas de adivinación” o “plantas de los sueños”, los alucinógenos no solo se utilizan en rituales o ceremonias religiosas, sino que igualmente son utilizados para soportar condiciones de especial dificultad física.
El profundo respeto que estas plantas infunden entre la población indígena ha conseguido que se preserve su uso a pesar de las numerosas prohibiciones que sobre ellas han recaído a lo largo de la historia, desde la colonización europea hasta la fecha.
El consumo de estas plantas procede de culturas heredadas que se remontan a tradiciones chamanistas de pueblos mesolíticos, según Carlos Zolla, coordinador de investigación del programa universitario México Nación Multicultural de la UNAM.
La selección que las culturas originarias hacen de las plantas en función de sus cualidades alimenticias, ceremoniales, combustibles, cosméticas o psicotrópicas constituyen, a juicio de Zolla, un ejemplo de este conocimiento que se debe preservar.
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