La propuesta de Andrés Manuel López
Obrador para la instauración de una república amorosa no es la afirmación cursi
y demagógica que sus detractores se empeñan en ver, sino un planteamiento con sólidos fundamentos humanísticos, éticos, filosóficos e históricos cuyo fin
último es el interés solidario e incluyente por el otro (los demás). Esa es la
base de la convivencia pacífica en sociedad.
Este fue el punto de coincidencia de
los participantes en la sesión de apertura del primer Congreso por una República
Amorosa, con sede en la Facultad de Economía de la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM), donde desde distintas disciplinas se analizó la
propuesta del aspirante presidencial.
Organizado por el Movimiento
Regeneración Nacional (Morena) bajo la premisa de que sin una
reconstrucción moral de la nación no habrá cambio verdadero, el congreso
sometió a discusión –en palabras de la escritora Laura Esquivel– uno de los
temas que López Obrador ha puesto sobre la mesa,un tema fundamental, porque si
queremos que las cosas cambien en el país, tenemos que cambiar la manera en que
nos relacionamos con los demás, tenemos que recuperar el interés real del uno
en el otro: llámenle como quieran, para mí buscar una cercanía con el otro es
amoroso.
El poeta Hugo Gutiérrez Vega
–director del suplemento La Jornada Semanal– hizo un llamado a
perderle el miedo a las palabras: “Muchas vestiduras farisaicas se han
desgarrado y muchos políticos profesionales (en el peor sentido de la palabra)
se han escandalizado al escuchar el discurso de Andrés Manuel López Obrador
sobre la ‘república amorosa’. Estas almas diminutas le tienen miedo a la
palabra amor y disfrazan sus temores acusando de cursilería a los que la
utilizan en el discurso político”.
A esos señores de gustos refinados
aprendidos en esa escuela de vulgaridad y cinismo que es el duopolio
televisivoles convendría leer a autores como el cardenal jesuita Carlos María
Martini, el renacentista Pico Della Mirandola, el ruso León Tolstoi y el
teórico marxista Antonio Gramsci: Ninguno de ellos teme a la palabra amor,
la utilizan sin reticencias y la aplican a las más ingentes tareas políticas,
dándole un claro contenido filosófico a la praxis.
Por eso –exhortó Gutiérrez
Vega–hablemos de amor, desenmarañemos su significado, sabiendo que, como decía
Juan Ramón Jiménez: quitado el amor lo demás son palabras.
En una de las mesas de trabajo, el
filósofo Enrique Dussel sostuvo por su parte que tiene absoluto sentido la
propuesta de una república amorosa, porque en el ser humano el sistema
emotivo es más importante que el cognitivo, y su primera y más vital
manifestación es el amor a la vida.
Contrario a lo que se piensa desde
una perspectiva racional, los sentimientos no son secundarios, movilizan
la acción humana.
El autor de Filosofía de la
cultura y la liberación recordó que así como el odio es la tristeza
por el bien ajeno o la alegría por el mal ajeno, el amor es la alegría por el
bien ajeno: Una sociedad en la que uno odia al otro, se está suicidando.
Dussel fue uno de los participantes
que coincidieron en señalar que al fomentar el egoísmo, la competencia
narcisista y el individualismo, el sistema económico capitalista mueve al odio,
a la venganza por encima de la justicia, a la destrucción del otro para hacerlo
pagar el daño que nos ha hecho: La comunidad se funda en el amor, si no
hay amor no hay comunidad, si no hay comunidad, no hay política.
Antes, el historiador Alfredo López
Austin señaló que no puede haber democracia en un país violento: Qué país
puede decir que es democrático con tantas diferencias culturales y económicas como
las que tiene México.
No es que deseemos, necesitamos
una democracia que no se limite a la representación, sino participativa y
para ello es requisito que todos pasemos a integrar el Estado, con una
finalidad, el bienestar de la comunidad.
En esta sesión del Congreso por una
República Amorosa también participaron la escritora Elena Poniatowska, el
caricaturista Rafael Barajas El fisgón, el columnista Pedro Miguel
(ambos de La Jornada), el defensor de los derechos humanos Miguel
Concha, el músico Guillermo Briseño, la doctora en letras Raquel Serur, el
activista pro derechos de la comunidad lésbico-gay Jaime López Velarde y la
feminista Marta Lamas, entre otros.
Tomado de La
Jornada, sábado 17 de marzo de 2012 p.7Foto: Carlos Cisneros, La Jornada
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