El camino que une Santiago con San Antonio es una bella fusión entre la herencia inca y la guerra de la Independencia chilena. El visitante lo recorre con cierta zozobra.
Las connotaciones históricas por el paso de hombres leyenda como Tala Canta Ilabe, gobernador inca, y los libertadores Bernardo O'Higgins, Manuel Rodríguez y José de San Martín no cesan de aparecer.
Lo dicho debiera calmar, pero el encuentro con la estela, con el pasado de Humberto Suazo, abre una interrogante: ¿el "Chupete" será ídolo o proscrito en su tierra?
Luego de una hora de viaje, el puerto aparece y se abre majestuoso. El olor a mar, lo agitado del verano aparecen enseguida. También lo hace la sorpresa al comenzar a indagar por el delantero de Rayados.
"¿Humberto Suazo? ¿Qué hizo ahora el concha de su madre ese?", pregunta Marcelo, trabajador de una vulcanizadora a la entrada de San Antonio.
El hombre conoce bien al futbolista, jugó con él cuando eran niños, pero no le tiene en buena estima.
"Aquí nadie le quiere porque se olvidó de nosotros, de todas sus raíces. Vayan a Llolleo, allá encontrarán todo", precisa y aconseja.
La verdad en Llolleo
Llolleo es una comuna que se une a San Antonio enseguida, pero, contrario al imponente puerto, devela humildad y pobreza.
Aquí es de donde el "Chupete" quiere estar más cerca, un lugar alejado del glamour, del lujo, de miles de gargantas coreando su nombre. O al menos eso es lo que él aseguró desde que pidió su traspaso a otro club.
"¿Querer venir acá? Pero aquí no hay nada para él. cuando viene ni siquiera podemos verlo. Él cambió tanto... Al menos que quiera estar cerca de la madre, como dice, pero ¿qué no puede llevársela?", se pregunta Alma, una vecina, para quien Llolleo fue olvidado de la mano de Dios.
Entre sus calles hacia arriba, rodeando la colina, hay algo que permanece, inmóvil y lapidario. El campo del Club Torino asoma entre árboles secos y piso poroso. Aquí es donde la leyenda Suazo comenzó a forjarse.
Los buenos recuerdos abundan; los sinsabores se multiplican. "Acá nunca volvió, a nada, ni para bien ni para mal. No lo vemos cuando viene, no es una persona sociable, no es amigo de sus raíces, de donde nació, no comparte con la gente. No es, para una Navidad, regalar una pelotita. nada.
Él desapareció para muchos", narra Élida, conserje del Torino, quien vio al "Chupete" crecer. "Cuando un jugador tira para arriba, cuando le va bien, siempre debe volver a las raíces, mirar de dónde salió. pero él no aportó nada, jamás, yo siempre lo he dicho: estaríamos orgullosos de decir que el "Chupete" nos regaló una pelota, algún uniforme, no para mí, sino para los chicos que cobijamos", comenta Luis Hernández, presidente del humilde Torino.
"Ojo, no somos los únicos a quienes olvidó, de hecho somos lo de menos.", afirma mientras sostiene una fotografía de un Suazo infantil, en los años más verdes.
Tomado de El Norte
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