La actual crisis financiera y económica mundial revela que el mercado, sin la regulación apropiada del Estado, no es capaz, por sí mismo, de ofrecer un desarrollo económico balanceado, eficiente y a la vez justo. Por esta razón el papel del Estado en la economía ha adquirido un perfil más activo, concorde con la evolución de la economía y el mundo.
Los gobiernos para fortalecer sus economías están retomando el espacio que cedieron al mercado y al capital financiero, a la vez que introducen nueva supervisión y regulaciones en diferentes actividades económicas y financieras.
En México, el fracaso del modelo económico neoliberal, implantado hace más de un cuarto de siglo, ha sido evidente: en la práctica el país no creció, unos cuantos acumularon inmensas fortunas y la mayoría de la población subsiste en la pobreza.
La apertura comercial indiscriminada y el sometimiento a los dictados de los organismos financieros internacionales que impusieron los gobiernos neoliberales, no se tradujeron en un desarrollo económico sostenible e incluyente. La realidad es que México es de los países que menos crece, que menos empleo genera, así como la nación con mayor migración y de más grave desigualdad. Estas son las razones prácticas por las que se requiere reformular el modelo económico y la estrategia de desarrollo.
Los gobiernos neoliberales desmantelaron la planta productiva nacional, las instituciones y las políticas sociales y económicas del Estado mexicano, auspiciaron el saqueo con las privatizaciones de empresas y bienes públicos, apostaron todo a la dependencia con el exterior y entregaron el control de la economías a unas cuantas empresas y monopolios; políticos y corporativos formaron un grupo oligárquico que se apoderó del poder público para perpetuar sus privilegios.
El Estado debe asumir su obligación de velar por la prosperidad de la población y no sólo por los negocios de un puñado de empresarios. Estamos comprometidos con un Estado de bienestar y el combate a la desigualdad, que apoye a las empresas y productores nacionales, que impulse las cadenas productivas regionales y la creación de empleo.
Un Estado que fortalezca el tejido social y los mecanismos económicos de subsistencia, solidaridad comunitaria, ayuda mutua, asociación; además del mercado justo y la economía local.
El objetivo central del nuevo modelo económico es aumentar el bienestar de los ciudadanos y reducir la desigualdad social, uno de los mayores problemas de nuestro país. Esto se puede lograr reorientando la economía para favorecer la producción y el empleo.
El propósito principal no es sólo lograr buenos indicadores financieros, sino mejorar los niveles de vida reales de la gente, a través del crecimiento, el empleo y mejores salarios.
La nueva política económica se enfocará en la economía real, en el trabajo y en la producción de los bienes que necesitamos, en lugar de privilegiar estímulos a los capitales financieros y especulativos. Sin producción no hay empleos, industrias, consumo, mercado, bienestar colectivo, ni economía poderosa, ni nación soberana.
La nueva economía debe generar mayor equidad, competencia y competitividad. Asimismo, se proponen mecanismos para un crecimiento incluyente, cuyos frutos se distribuyan de forma equitativa entre la población, logrando una mejoría creciente y permanente en el bienestar de los mexicanos.
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